Un plan contra la obesidad
Es necesaria una estrategia pública orientada a la prevención. Los colegios pueden desempeñar un papel deci

Actualizado Martes, 4 marzo 2025
La obesidad es un importante problema de salud pública en el mundo occidental que afecta de lleno al sostenimiento del estado del bienestar, pues las enfermedades crónicas que genera disparan el gasto sanitario, además de multiplicar las bajas e incapacidades laborales. Se trata de una epidemia generalizada que, en el caso de España, presenta datos muy preocupantes. El último estudio publicado por The Lancet debería convertirse en una oportunidad para que nuestras administraciones aborden una estrategia pública de prevención de la obesidad que otros países desarrollados -como Inglaterra o los países nórdicos- ya han empezado a aplicar.
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Tras analizar más de un millar de fuentes -incluidas encuestas nacionales e internacionales- de 204 países, la prestigiosa publicación científica estima que, en 25 años, más de la mitad de los adultos y un tercio de los niños y adolescentes de todo el mundo tendrán sobrepeso u obesidad. Descendiendo al ranking por países, España se sitúa como el cuarto peor en las edades más tempranas: en 2050 el 47% de los niños varones entre cinco y 15 años sufrirán obesidad o sobrepeso, al nivel de Nueva Zelanda y solo por detrás de Chile, Australia y Grecia.
Aunque se trata de estimaciones, y por tanto deben tomarse con cautela, los avisos de la comunidad científica son insistentes. Por ello, y de forma complementaria a las políticas de concienciación, es preciso que los poderes públicos den un paso al frente para, de la mano de la industria, promover medidas que tengan impacto especialmente allí donde comienza el problema: la infancia. Porque, más allá del factor genético, el consenso es claro respecto a los efectos negativos que en niños y adolescentes tienen la vida sedentaria -muy ligada al ocio con las pantallas- y el abuso de los alimentos procesados. El vínculo entre este tipo de hábitos y las esferas más desfavorecidas de la población es también inocultable.
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Los colegios pueden desempeñar un papel decisivo en esta materia. Respecto a la alimentación, parece lógico que los centros escolares se abstengan de vender bollería, snacks no saludables y bebidas azucaradas, así como que garanticen una dieta equilibrada en sus comedores. La responsabilidad recae tanto en el Gobierno como en las comunidades autónomas, pero no solo para regular la venta de estos productos en colegios e institutos, sino para extender al máximo la posibilidad de que todos los estudiantes puedan acceder a un menú escolar de lunes a viernes, lo que redundaría sobre todo en las familias menos pudientes. La promoción de actividades extraescolares que impliquen actividad física sería sin duda otra medida beneficiosa.
La obesidad tiene implicaciones enormes para toda la sociedad: significa más cáncer, más diabetes, más patologías cardiovasculares, más ingresos hospitalarios… Frente a un sistema sanitario enfocado en el tratamiento -ahora con fármacos aparentemente milagrosos-, es necesario un plan amplio y transversal que, sobre la base de la evidencia científica y las experiencias comprobadas, se oriente a la prevención. Como ocurrió con el combate contra el tabaquismo, la responsabilidad individual es importante pero insuficiente. Y la política con mayúsculas también es esto: atender a los problemas reales de la población.
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