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#85 Ir a votar

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Abrir en navegador  M. Hortelano
Viernes 26 de mayo de 2023
Por supuesto, soy la de las orejas de soplillo. Suerte que me dejaron de crecer M. H.#85 Ir a votarHola capturadoresEl domingo elegimos sucesor. Y no me refiero sólo al nuevo alcalde o alcaldesa que está a punto de llegar a tu ayuntamiento, o al presidente o presidenta de tu comunidad (autónoma, no la de vecinos, que en ese bombo entramos todos). La madrugada del 28 al 29 acaba Succession, la serie de HBO a la que llevamos años enganchados para ver a través de la pantalla cómo se despelleja una familia de multimillonarios para heredar la fortuna y el negocio del padre. Y después de cuatro temporadas, este domingo se resolverá el misterio de quién se queda con la panoja. Unas horas antes, en los colegios electorales de toda España se habrá elegido a los políticos que gestionarán algunas de las decisiones que nos afectan en nuestro día a día. Algunas, ni te las imaginas. Desde dónde se pone un nuevo parque para ir con tus hijos, cuánto dinero se dedica a que podamos ir al médico más rápido, o quién te puede ayudar si te quedas en paro a los 50 años.Y ahí, desgraciadamente, todos los votos valen lo mismo. La democracia es un sistema injusto, aunque el mejor de todos los que existen. Pero siempre me ha fastidiado que alguien que no se ha informado bien de lo que nos ofrecen los distintos partidos pueda tener el mismo poder de decisión que quienes depositan la papeleta por castigo, por enemistad o porque es lo que se ha hecho toda la vida en casa. Votar es algo muy serio como para tomarlo a la ligera. O así me lo tomo yo. De hecho, desde que pude votar, hace exactamente 20 años, no he faltado ni una sola vez a mi cita con las urnas. Si no vas, luego no puedes protestar. Te lo digo porque aún estás a tiempo.En mi casa, ese tópico tan manido de llamar al domingo de elecciones fiesta de la democracia siempre se afrontó así. Igual porque vivía con dos abuelos mayores, que durante bastantes años no pudieron votar porque les cogió de lleno la dictadura. Años después, cuando recuperaron el derecho, con la llegada de la democracia, no se perdieron ni una visita al colegio. Mi abuelo Federico, que para algunas cosas era moderno, pero para otras no, siempre le preparaba la papeleta a mi abuela . Contaba con dos votos. El suyo y el de su mujer, como quien se beneficia de un 2×1 en el supermercado. A mi madre también hacía ademán de dejárselo listo, pero creo que sus preferencias no eran las mismas. Aún así, ese día nos poníamos guapetones e íbamos al colegio del barrio primero, y a un instituto después, para meter la papeleta en la urna. Federico nunca me dejó introducir la suya. El voto era sagrado. Pero me dejaba mi madre, para hacer la gracia, a pesar de las malas caras de la mesa.Ese día siempre me gustó, la verdad. Aunque no supiera ni lo que significaba. Pero me debió calar lo de las votaciones, porque con 7 u 8 años llegué a organizar unas elecciones en la plaza del barrio, como muestra la foto de esta carta. No recuerdo bien qué se votaba, pero los comicios también fueron un domingo, en la puerta de la iglesia, para aprovechar el tirón de los que salían de misa, que en aquella época eran muchos. Hace poco, una de mis amigas de la placeta, Paloma, me encontró por Instagram y me recordó que por aquel entonces ya me iba lo de la participación. Se acordaba, me dijo, de un día que compré regalices y hacía encuestas a los vecinos de la torre (el edificio más alto de Cuenca, en nuestra plaza), para que votaran por Roxette, la cantante. Y si lo hacían, les daba una chuche. Ríete tu del fraude ese de Melilla.Después, con los años, al acabar la carrera, aterricé en la sección de política del periódico, donde cualquier noche electoral, se elija lo que se elija, es siempre ajetreada. Intensa, claro, pero también emocionante diría yo. Este domingo se suele hacer un gran despliegue para contar hasta el último detalle y, además, el periódico compra pizzas para todos los que venimos a pasar la noche. Es una de mis jornadas favoritas, la verdad, porque además, tenemos el día libre hasta que se cierran las urnas. Así que Gorka y yo siempre aprovechamos para ir a votar justo antes de venir al periódico. Empeño mío, que me gusta ir tarde para ver si las urnas están muy llenas. Mira tú la tontería. Allí, en el colegio en el que voto desde que me mudé hace ya nueve años, siempre me encontraba con mi amigo Pepe Camarasa, un exdiputado del PSPV al que siempre he querido como si fuera de mi familia. Estaba siempre de interventor de su partido y al votar, siempre nos hacía un pequeño pronóstico de cómo veía la cosa. Un gran tipo. Ahora no hago más que pensar en que esta vez no estará, porque murió en 2021. Así que será mi primera vez sin guía.Los partidos, afortunadamente, están llenos de Pepes. Hay muchos más que corruptos, o que iletrados. La mayoría de alcaldes y alcaldesas que han puesto su cara en un cartel lo hacen por sus vecinos, para ayudar al pueblo, para sacar adelante sus barrios. No están en política para forrarse. Pero los otros hacen más ruido. Yo creo en los buenos políticos. Los que cambian las cosas, los que mejoran las sociedades, los que resuelven problemas. Y hay muchos. Lo que pasa es que los otros sacan más la cabeza. Así que yo el domingo iré a votar como siempre. Con ilusión, no con resquemor. Que el voto es sagrado, incluso aunque me ofrezcan muchos regalices rojos.

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