Republicanos y falangistas, hermanados en el gulag de Stalin
‘Un amigo en el infierno’, de Julen Berrueta, reconstruye el periplo de los antiguos enemigos que coincidieron y se ayudaron en el calvario soviético

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- LUIS ALEMANY
- Madrid
Actualizado Martes, 7
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Hay un momento clave en Un amigo en el infierno, de Julen Berrueta (Espasa): Alfredo, un miembro del PSUC, un mallorquín culto, reflexivo y un poco trágico, comparte sus penas en un campo de concentración soviético con Garmendia, un capitán de la División Azul, hombre de espíritu idealista, generoso y alegre además de falangista. Alfredo le pregunta a Garmendia si, a esas alturas de 1949, sigue creyendo en las cosas de los fascistas y Garmendia le dice que no pero sí, le dice que aún está convencido de que la bondad de espíritu que lo llevó a entrar en Falange en los años 30 era verdadera, pero que en la Guerra Mundial vio la crueldad de los nazis y que ese recuerdo lo repugna y lo condiciona en su pensamiento político. Y, entonces Garmendia le pregunta a Alfredo que si sigue creyendo en sus cosas de comunista y Alfredo le contesta casi lo mismo, que el comunismo todavía le parece algo noble pero que tiene ojos en la cara y que se da cuenta de la pesadilla deshumanizadora que es la URSS de Stalin. Entonces Alfredo se pone a divagar un poco, a divagar marxistamente y Garmendia le hace una broma del tipo «Qué en serio os tomáis los comunistas a vosotros mismos», y el drama de Alfredo y Garmendia, prisioneros españoles en la URSS, se vuelve amable, casi gracioso.
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