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 Paco, el travieso

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    Caso AbiertoViernes 24 de febrero de 2023 
  A. RALLO  
Hola Manuel
Seremos breves. Hoy quizá más que en anteriores comunicaciones. Pero el resumen del día resulta suficiente para justificar el reducido análisis de hoy. La actualidad ha estado marcada por un juicio a Alfonso Rus y todo un máster acelerado en el código Hash. ¿No saben lo que es? Yo hasta hace semanas tampoco, la verdad. En resumen, se trata de un algoritmo que permite detectar si un archivo ha sido modificado. Es una de las bazas de las defensas para ‘cargarse’ Imelsa y un arma perfecta para sembrar dudas. El tribunal de la sección Segunda tiene trabajo con este tema. La tarde siguió con asuntos varios, entre el tren de Bejís, la abstención del ponente que iba a juzgar a Eduardo Zaplana y, ya por último, una sentencia del Constitucional que cuestiona la actuación de la jueza. Con todo esto, casi es un milagro que les envíe este correo de los viernes. Pero pese a todo, aquí está.La reflexión de la semana gira alrededor de Francisco Camps, habitual ya en estas crónicas.El comportamiento del expresidente Camps en el juicio de la trama Gürtel, comprensible desde lo humano, resulta estrambóticoNo por esperado, o incluso comprensible en algún tiempo y lugar, el comportamiento de Francisco Camps en el juicio de Gürtel resulta menos estrambótico. Tenemos a un expresidente de la Generalitat que en apenas un mes de juicio se ha enfrentado a la salida de la sala con Francisco Correa, el cabecilla de la Gürtel. Existen diferentes versiones acerca de los improperios, reproches y mensajes que ‘amistosamente’ se lanzaron. Y eso pese a que tampoco, en realidad, el testimonio de Correa había sido demasiado perjudicial para los intereses de Camps. Se produjo también otro escarceo verbal con el letrado de Álvaro Pérez, el Bigotes, a quien acusó de desarrollar una estrategia miserable. Total, que el tribunal le ha tenido que obligar a cambiar de sitio y Camps ha decidido ponerse la toga y marcharse junto a su letrado, Pablo Delgado. Así, que estas travesuras, más propias de la educación infantil, han terminado con el exdirigente castigado y este al resguardo de su padres, en este caso, de su letrado. Decíamos que es entendible la desesperación, la ira e incluso el sentimiento de venganza y reivindicación del expresidente con un grupo, ahora delictivo, que terminó con su carrera política y por el que hasta la fecha no ha sido condenado. Gürtel cambió la vida de Camps como nunca pudo imaginar por unos hechos que doce años después de su marcha aún no se han demostrado ciertos para un tribunal. Al menos, en lo que compete a su persona. De la mayoría absoluta pasó a la nada y a un cierto distanciamiento del PP, incluido de un Rajoy que le debe buena parte de sus éxitos. Conviene recordar cómo Camps salvó al líder gallego en aquel congreso -pagado en diferido a Feria Valencia–. El expresidente tiene motivos suficientes para elaborar un discurso de queja con cierto sustento. La persecución de la Justicia -absuelto o archivado en numerosas investigaciones-, los fallos en el sistema, el retraso, la pena del telediario… Pero ese mensaje requiere de una seriedad y aplomo de la que hoy por hoy carece el expresidente. Y aquí hemos llegado por uno o numerosos motivos. Pero el destino, por desgracia para él, es este. Podemos hablar de un mal asesoramiento, de un criterio erróneo de Camps o simplemente, y quizá esto sea lo más triste, de la simple desesperación de un hombre que no entiende nada. Es el segundo juicio que afronta el exdirigente popular. Camps confía plenamente en salir absuelto. Y el siguiente paso sería una supuesta rehabilitación del PP. El exdirigente no lo ve como una esperanza sino como un reconocimiento. Esa hipotética situación sería más un problema que un alivio para Mazón y Catalá.

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