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Hay que matar bien

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No se considera legítimo que los ucranianos hagan con una rusa lo que los rusos llevan meses haciendo con los ucranianos

Restos del atentando contra Daria Dugina.
Restos del atentando contra Daria Dugina.AP

El terrorismo es propio de la paz. La bomba estalla en el silencio confiado. Solo así cumple su genuina función de eco, que es aterrorizar. Así, el asesinato de la hija de Dugin, en una carretera de las afueras de Moscú. Este verano la hija estuvo en un escenario de guerra. En Mariupol, concretamente. Si yendo o viniendo la hubiera matado un misil, la noticia habría tenido un impacto discreto. Parecido al de los altos combatientes rusos que han muerto víctimas de francotiradores. Difícilmente este periódico podría haber escrito lo que escribió ayer en su editorial: «Un crimen abyecto que debe ser condenado sin paliativos. El terrorismo jamás es la respuesta legítima a ninguna agresión, por brutal que sea». Aún no hay pruebas sobre la autoría del crimen. Pero el periódico y muchos otros periódicos mandan un claro mensaje a los ucranianos: el terrorismo no debe ser su respuesta. El mismo mensaje podría haberse enviado a los miembros de la Resistencia en la Francia ocupada cuando lo practicaban contra el ocupante nazi o sus colaboradores locales: crímenes abyectos e ilegítimos.

Los hechos son que Rusia invade Ucrania, mata a miles de sus ciudadanos y destruye sus ciudades y sus fuentes de riqueza. A los ucranianos se les permite defenderse, desde luego. Incluso se celebra que maten soldados rusos y destruyan sus tanques y sus infraestructuras militares. Pero no se considera legítimo que hagan con una ciudadana rusa lo que los rusos llevan meses haciendo con tantos ciudadanos ucranianos. Es un punto de vista. Tiene una buena línea de defensa: nosotros no somos ni debemos ser como ellos. Pero también es un punto de vista propio de la paz. Cuando te están liquidando metódicamente, a ti y a tus hijos, puede que en algún momento tengas la innoble tentación de ser como ellos.

Luego está la interesante cuestión del asesinato selectivo. La hija asentía calurosamente cuando su padre decía: «Pienso que hay que matar y matar a los ucranianos. No hay nada más que decir. Como profesor [sic], así lo creo». Es probable que quisieran matar a su padre y no a ella. Pero en cualquier caso no era alguien que pasara por allí. Lo subrayo porque Ayman al-Zawahiri Bin Laden también mataban diciendo hay que matar. Nunca vi que en nuestra prensa sus asesinatos fueran calificados de abyectos e ilegítimos. «Operación antiterrorista» suelen llamarlos.

De modo que por coherencia editorial y apaciguamiento del espíritu habrá que confiar en que a la desdichada Daria Dugina la haya mandado matar Putin.