Benidorm

No es la primera vez que hablo de esto. Me refiero a la convivencia de la representación del Tenorio (que se venía haciendo desde hace décadas) con la fiesta importada de Halloween. Y no hablo para criticar exactamente. La evolución de las costumbres hay que aceptarlas conforme vienen.  Esta fiesta foránea, que lleva celebrándose ya unos cuantos años en nuestro país y por doquiera, significa mucho, sobre todo para el mundo del comercio, de las salas de fiesta, de los colegios. Y me parece bien: la gente adulta e infantil se divierte, las tiendas ganan… Lo que es triste es que el recuerdo de nuestros difuntos se celebre con sangre, cuchillos y hachas, caras feas y horribles y muertos vivientes. Este nuevo público no se acuerda de los muertos ni visita los cementerios; únicamente se fija en lo más macabro y desagradable de la fiesta. Y va en triste detrimento de nuestro clásico de toda la vida: “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla, obra dramática que habla del burlador de mujeres que, al mismo tiempo, desafía a los muertos (su antecedente es “El  burlador de Sevilla y convidado de piedra”, de Tirso de Molina). La obra de Zorrilla corresponde al Romanticismo (siglo XIX), la de Tirso es del siglo XVII (Barroco). Las características de estas épocas marcan dos desenlaces diferentes para el protagonista. Si alguien quiere ver el Tenorio de toda la vida, Alpi Teatre y Tossal Teatre llevarán a cabo un lectura dramatizada en el salón de actos del Ayuntamiento de Benidorm el martes 4 de noviembre, a las ocho de la tarde.

Manuel Palazón

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