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La entrevista del director

Wolfgang Ischinger: «La OTAN debe responder a Rusia con firmeza o Putin llegará más lejos»

El presidente de la Fundación de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el mayor experto europeo en políticas de Defensa, avisa tras la incursión en Polonia que «Europa necesita un big bang» y señala la pérdida de peso internacional de España por el gasto militar

Wolfgang Ischinger: "La OTAN debe responder a Rusia con firmeza o Putin llegará más lejos"

Joaquín Manso

Actualizado Sábado, 13 septiembre 2025

Cada septiembre, Cernobbio se convierte en el epicentro del debate sobre el futuro de Europa. Políticos, empresarios e intelectuales se dan cita en el Lago de Como para asistir al exclusivo foro de The European House Ambrosetti. La Europa influyente hablando consigo misma. Sólo dos periodistas accedieron a sus sesiones a puerta cerrada y uno fue el director de EL MUNDO. La charla inaugural corrió a cargo de Wolfgang Ischinger, presidente del Consejo de la Fundación de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el intelectual europeo más influyente en política de Seguridad y Defensa. En esta entrevista advierte de la pérdida de peso internacional de España por la resistencia a aumentar el gasto militar.

Pregunta. El miércoles, por primera vez, un miembro de la OTAN, Polonia, derribó drones rusos que violaron su espacio aéreo. ¿Qué cree que pretende Putin y cuál debería ser la respuesta de Europa?

Respuesta. De momento, la reacción ha sido que Polonia solicitó consultas en la OTAN en virtud del Artículo 4 del Tratado. Fue un primer paso acertado. Tengo muy claro que la respuesta occidental debe ser unánime, firme y clara. El mensaje que debe llegar a Moscú ha de ser inequívoco: la OTAN, incluyendo a España y Alemania, no tolerará violaciones de la integridad territorial de ninguno de sus Estados miembros, ya sean los bálticos, Polonia o cualquier otro país. Ojalá eso quede muy claro, porque de lo contrario el Kremlin podría llegar a la conclusión de que la próxima vez puede ir un paso más allá. Eso hay que impedirlo. No queremos que el territorio de nuestro aliado, Polonia, se convierta en víctima del terrible conflicto en Ucrania.

P.Usted participó en la configuración del nuevo orden mundial tras el fin de la Guerra Fría. Parece que estamos asistiendo al derrumbe de ese sistema occidental basado en normas internacionales y a la consolidación de una fragmentación multipolar basada en el poder. De cara a 2030, ¿qué riesgos entraña esto para Europa?

R. Su descripción es correcta. Estamos siendo testigos del colapso, de la desaparición, de lo que creíamos que era un orden internacional basado en normas. Y ninguna región del mundo se beneficia tanto de que ese orden funcione como la Unión Europea y sus 27 miembros.

Lo que ocurre es que el derecho internacional se viola o se ignora cada vez más, estallan conflictos y el Consejo de Seguridad de la ONU no está en condiciones de tomar decisiones claras para gestionarlos o resolverlos. Nos adentramos en un periodo en el que prevalecerán quienes tengan poder real. Y, desgraciadamente, en 2025 o 2026 el poder real no es sólo tecnológico, energético, científico ni de la inteligencia artificial. También sigue siendo el poder militar clásico: la capacidad de cruzar fronteras y amenazar a los vecinos. Todo esto es profundamente lamentable y, en mi opinión, representa el mayor desafío a la existencia y desarrollo del proyecto europeo en los últimos 50 años.

P. ¿Qué debe hacer Europa para convertirse en un «actor estratégico» respetado, capaz de hablar el «lenguaje del poder», para representar ese «tercer polo» del que habla Emmanuel Macron?

R. El objetivo original del proyecto europeo era la integración, y ese proceso aún no se ha completado. Seguimos trabajando, por ejemplo, en la Unión de los Mercados de Capitales como parte del mercado interior, entre otras cosas. Pero hoy no sólo tenemos que integrar, sino también proteger: lo que Macron llama «une Europe qui protège«, una Europa que proteja nuestras fronteras, a nuestra gente y a nuestros territorios.

Proteger Europa requiere recursos, mecanismos de decisión y capacidades distintas a las de la integración. Por lo tanto, mi respuesta es que, junto al pilar de integración, debemos levantar un segundo: el de la defensa y la protección. Y hay que hacerlo lo más rápido posible. Si no somos capaces de defendernos política y militarmente, si no hablamos con una sola voz en Seguridad y Defensa, el resto del mundo -desde Pekín o Brasil- nos verá como países pequeños y poco relevantes. Nuestra única oportunidad es hablar con una voz: no la que representa a cinco millones de suecos o a 47 millones de españoles, sino la de 450 millones de europeos. Esa es la manera de ser escuchados en Pekín, Washington y, con suerte, Moscú.

P. En Cernobbio, usted habló de que «Europa necesita un big bang«. ¿Qué desencadenante hace falta para ello y qué pasos propone?

R. Yo propondría varios pasos. El primero: pensar qué mensaje queremos que llegue a Moscú. Tras largos debates, deberíamos, en mi opinión, tomar los llamados activos rusos congelados en bancos europeos [varios cientos de miles de millones de euros] y destinarlos a la reconstrucción y defensa de Ucrania. Ese gesto tendría, sin duda, un fuerte impacto en Moscú y sería interpretado como un mensaje muy serio de Europa. También sería tomado en serio en Washington, donde la Administración Trump tiende a vernos como débiles e indecisos.

En segundo lugar, a medio y largo plazo, debemos afrontar la fragmentación de la Defensa en Europa. Tenemos demasiadas empresas pequeñas, demasiados sistemas de armas que compiten entre sí y programas de cazas de combate construidos en cantidades ridículas. Abogo por una consolidación masiva del mercado de Defensa europeo. España puede desempeñar un papel importante, Italia también. Sin duda, Francia, Alemania y algunos otros países tendrán que contribuir.

Tercero, debemos superar el requisito de unanimidad en la toma de decisiones en materia de política exterior de la UE. Mientras la sigamos exigiendo, estaremos bloqueados casi cada día, porque siempre habrá al menos un país en desacuerdo. Por eso la UE lleva años fracasando en ser vista como un actor creíble. Hay que pasar a la mayoría cualificada. Sé que eso no es aceptable para muchos Estados miembros, así que deberíamos empezar con una «coalición de voluntarios»: aquellos países interesados en actuar de forma conjunta. Espero que al menos seis, ocho o diez países formen un núcleo en política exterior, Seguridad y Defensa, para consolidar el mercado de Defensa, abandonar la unanimidad y dejar la puerta abierta a los demás para unirse cuando lo deseen. Estos son tres puntos, entre otros, que cambiarían la percepción de la UE en el mundo.

P. Esta incursión de drones en Polonia se produce en un momento en que Europa debate las garantías de seguridad que debería ofrecer a Ucrania. ¿Qué podemos ofrecer de forma realista al presidente Zelenski?

R. La discusión sobre las garantías de seguridad -qué podría y debería ocurrir una vez se logre un alto el fuego o un acuerdo de paz- es muy importante. Sin embargo, hemos visto un enfoque innecesario en si esas garantías deben incluir el despliegue de tropas de países miembros de la OTAN o de la UE en Ucrania. No ayuda a acortar así el debate, porque Rusia, incluido Putin, ha dicho en repetidas ocasiones que jamás permitirá la presencia de tropas occidentales en suelo ucraniano. Desde el punto de vista ruso, el envío de soldados españoles, alemanes o italianos equivaldría a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Eso probablemente no sea alcanzable en una negociación.

Debemos centrarnos en otra idea, lo que yo llamo «la estrategia del puercoespín»: ayudar a Ucrania a armarse de tal forma que, en uno, dos o tres años, se convierta en el ejército mejor equipado, más competente y con mayor capacidad disuasoria de Europa. Ya es el más experimentado en combate, tras tres años y medio de guerra. Y es un ejército bastante moderno, pero necesita mucho más: defensa antiaérea, reconocimiento aéreo, capacidades satelitales… En otras palabras, convertir a Ucrania en un país al que nadie, ni siquiera la Federación Rusa, se atreva a atacar, porque el atacante saldría gravemente herido. Así es como el puercoespín sobrevive incluso frente al tigre.

Aclaro: el despliegue de tropas podría ser un elemento importante de un acuerdo de alto el fuego o de paz. Alguien tendrá que vigilar la línea de contacto o una eventual nueva frontera y comprobar posibles violaciones. ¿Debería hacerlo la OSCE, como en el pasado, o un grupo de países ajenos a la OTAN? Son cuestiones importantes. Pero, por ahora, el debate sobre el despliegue de tropas es lo menos relevante; la prioridad es la estrategia del puercoespín.

P. En cuanto al vínculo transatlántico, ¿cómo podemos confiar en la cooperación con Estados Unidos si Donald Trump parece despreciar nuestros valores y extender la alfombra roja a Vladimir Putin? ¿Debe Europa buscar la independencia total, como sugiere Friedrich Merz?

R. Seamos realistas: en este momento, Europa no es capaz de defenderse militarmente por sí sola. Llevamos décadas descuidando nuestras capacidades militares y ahora estamos pagando el precio: dependemos en gran medida de Estados Unidos. Nos guste o no, debemos mantener el contacto más estrecho posible con Washington, tanto a través de la OTAN como por vías bilaterales. Pero en Washington no todo depende de la Casa Blanca: hay más de 80 senadores que han propuesto un paquete de sanciones contra Rusia y sus aliados. El debate en Estados Unidos sobre la guerra sigue abierto, y parte de nuestro trabajo consiste en influir en él, explicando a nuestros amigos estadounidenses que, sin una mayor presión sobre Rusia, el Kremlin no verá necesidad de sentarse a la mesa de negociaciones.

No veo otra alternativa que seguir trabajando lo más estrechamente posible con Estados Unidos. Ahora bien, a largo plazo debemos reducir nuestra dependencia. No es sana. Necesitamos ser más autónomos, como ha sugerido Macron. Crear las condiciones para una Europa más autónoma desde el punto de vista estratégico llevará tiempo.

P. Como usted sabe, España fue el único de los 32 miembros de la OTAN que se opuso al aumento del gasto en Defensa. ¿Qué consecuencias tiene esta posición para nuestro país?

R. Sin duda no ha aumentado el peso relativo de España dentro de la Alianza Atlántica, si me permite la expresión diplomática. Creo que se entienden bien las razones por las que a España le ha resultado más difícil que a otros países elevar rápidamente su presupuesto de Defensa. Pero, personalmente, estaría más satisfecho si pudiéramos decir que la OTAN está unida -España incluida- para enviar a Rusia el mensaje más contundente posible de unidad y determinación. El Rey Felipe VI, si no recuerdo mal, también ha subrayado la necesidad de una OTAN cohesionada para España, porque los desafíos no se limitan al noreste; también existen en el Mediterráneo.

P. Sí, el Rey hizo esa advertencia en Roma el año pasado.

R. Eso es. Fue una declaración importante y acertada. Si España considera que existen desafíos en el sur que no puede afrontar en solitario y que necesita a la UE e incluso, llegado el caso, a la OTAN, entonces su interés debe ser contribuir a mantener una Alianza unida. Espero que en los próximos años la visión de España evolucione y que juntos podamos construir un sólido pilar europeo de la OTAN para defender los intereses europeos de forma colectiva.

P. ¿Cree que España queda fuera de las grandes reuniones por nuestras objeciones al aumento del gasto en Defensa?

R. Lo único que puedo decir es que, en esta situación -con una guerra en Europa y con la necesidad de un mayor gasto en Defensa asumida por todos los miembros de la OTAN-, si España no se pone de acuerdo con los demás Estados miembros, se reduce su peso relativo en la Alianza. Es la realidad.

P. Sobre el gasto en Defensa: muchos en España sostienen que este tipo de inversión es incompatible con la competitividad y el Estado del bienestar. ¿Qué opina?

R. La respuesta depende en gran medida de cómo se gasten esos fondos adicionales destinados a Defensa. Tenemos ejemplos de Estados Unidos, donde muchas de las innovaciones tecnológicas clave del último medio siglo se desarrollaron gracias a la inversión en Defensa -a través de la agencia DARPA-, lo que contribuyó a impulsar la economía y su predominio en el comercio y la seguridad.

En segundo lugar, si se invierten bien, los fondos adicionales para Defensa pueden generar empleo y crecimiento económico. No hay motivos para pensar que es dinero perdido. Si se hace de la manera correcta, se pueden crear puestos de trabajo, impulsar la innovación y contribuir al desarrollo económico.

P. El despliegue político y militar de China la semana pasada marca el inicio de una nueva era de confrontación entre las grandes potencias. ¿Qué estrategia concreta debería adoptar Europa para mantener un equilibrio realista con Pekín? ¿Representa China una amenaza para nuestra seguridad?

R. Las imágenes que vimos de China la semana pasada generaron mucha preocupación porque aparecían juntos los líderes de Rusia, China, Corea del Norte e incluso India. Pero si miramos más de cerca, hay menos unidad entre este grupo de la que podría pensarse al ver una sola foto. Sí, existe una alianza entre Rusia y China, y es cierto que Pekín no quiere que Moscú pierda la guerra en Ucrania, porque sería percibido como una victoria de Estados Unidos. Pero tampoco creo que China desee una guerra prolongada en Europa que afecte de manera negativa su comercio e inversiones con la UE. Sus intereses estratégicos no son idénticos a los de Rusia. Y cuando vemos juntos a China e India, no olvidemos que tienen un antiguo y enconado conflicto fronterizo sin resolver. No se trata de una alianza ni de un desafío colectivo contra Occidente.

Lo que esto indica es que Occidente debe acercarse y colaborar más estrechamente con países como India, Corea del Sur, Japón o Australia en el Indo-Pacífico, donde se registran las tasas de crecimiento más altas, vive dos tercios de la humanidad y la innovación es mayúscula. No sólo Estados Unidos necesita girar hacia Asia, Europa también. Si lo hacemos bien, tendremos grandes socios en India, Corea del Sur, Japón o Australia, entre otros.

Y China no tiene por qué ser un adversario de la UE. Desde hace años hemos dicho que consideramos a Pekín como socio, competidor y rival sistémico. Los tres elementos son relevantes. No debemos pensar que China no puede ser un socio significativo, si sabemos tratar con ella de la forma adecuada.

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