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En resumidas cuentas

¿Quién pagará el mañana

El primer ministro francés,  Francois Bayrou , ayer en París.
El primer ministro francés, Francois Bayrou , ayer en París.AFP

Francisco Rodríguez

Los psicólogos llaman limerencia a ese estado de embriaguez emocional en que creemos haber hallado la seguridad definitiva, cuando en realidad el suelo de la realización fue ilusorio. Europa vive hoy en una limerencia financiera: enamorada de la idea de que el BCE la protege incondicionalmente, convencida de que sus compras de deuda nos blindan contra cualquier dolor. Pero en la vida los mayores amores tornan en odio si no son correspondidos y corresponsables. Basta mirar a los bonos a 30 años para intuir que la cuenta atrás ya ha comenzado. Vuelven las tensiones a los mercados de deuda, el canario en la mina de las crisis modernas, con episodios recientes en Reino Unido y muy presentes todavía en la Eurozona tras los problemas de hace algo más de una década.

Las falsas seguridades son como el calor de una chimenea ajena, reconfortan un instante para después recordarnos que no tenemos hogar propio. Los mercados funcionan así: mientras el BCE actúa de casero magnánimo, los Estados se sienten seguros. Pero el inquilino descuidado olvida que algún día llegará el desdén. Y ese día, los que parecían intocables se convierten en deudores desnudos.

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El lenguaje de los mercados es seco, pero su mensaje tiene la contundencia de la poesía. Como para Lope de Vega, amar perdidamente es querer ser mal pagado. El bono estadounidense a 30 años roza el 5%, el británico marca niveles de 1998 y los franceses y alemanes se encarecen. No son cifras aisladas, recuerdan que el tiempo prestado se agota. La deuda a largo plazo es la medida del futuro, y su ascenso es la advertencia de que lo que parecía eterno es solo un préstamo con vencimiento.

Las primas de riesgo europeas parecen tranquilas, pero es un silencio artificial, mantenido por el BCE. Durante años, sus programas de compra redujeron los costes de financiación y regalaron dividendos inesperados a los países más endeudados. Pero las reinversiones del programa de compra de deuda se encogen, el colchón se desgasta, y los mercados vuelven a mirar con ojos fríos. El enfermo, que creía haber sanado, descubre que solo estaba dormido.

Francia es la primera en oír el tictac. Con un gobierno que enfrenta una moción de confianza y unas cuentas que ya no cuadran, su deuda se encarece como el vino de Pauillac. Y si Francia tropieza, el espejismo europeo se desmorona. El BCE puede acudir aún, sí, pero cada intervención se parece más a una reanimación forzada, no a una cura. La diferencia entre vivir y sobrevivir nunca había sido tan delgada.

España hace mal en presumir de músculo. Está hinchado por esteroides: crecimiento a corto plazo, deuda estructural y un sistema de financiación territorial que divide más de lo que une e hipoteca la sostenibilidad del sistema, creando uno distinto lleno de individualismos e ineficiencias que multiplican la deuda con la descentralización. Y encima se habla de quitas como si el dinero para ello saliera de una chistera. Crecemos, sí, pero con muletas ajenas: apoyados en un BCE que compra tiempo mientras la deuda sigue creciendo bajo nuestros pies, a pesar de los que creen que las primas se sostendrán. El día que se retiren esas muletas, la independencia será tan cara como inevitable.

El verdadero peligro no es la inflación ni el estancamiento, sino la complacencia: ese hábito europeo de desconfiar del que exige responsabilidad y de aplaudir al que reparte alivios. Llevamos años viviendo en la embriaguez del dinero fácil, anestesiados por la falsa idea de que todo está bajo control. El dolor que se aplaza siempre regresa con intereses.

Los bonos lo dicen sin metáforas, con la frialdad de sus cifras: la seguridad es prestada, el futuro no se negocia y la pasión por la deuda barata está a punto de romperse. La pregunta, inevitable, resuena con la sencillez de una condena: ¿quién pagará el mañana?

*Francisco Rodríguez Fernández es Catedrático de Economía de la UGR y director del Área Financiera y Digitalización de Funcas

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