EL CARNAVAL
El significado etimológico de “carnaval” es el abandono de la carne; posteriormente el término se refería a las celebraciones festivas que preceden al comienzo de la Cuaresma.

El disfraz, la máscara y un gran componente erótico y sexual nos hace relacionarlo con antiguos ritos y celebraciones paganas de la antigua Roma. Había unas fiestas dedicadas al dios Pan, dios campestre, imagen de la lascivia y del insaciable apetito carnal, temido tanto por las ninfas como por los humanos. Su presencia producía pánico. Se le representaba como a los sátiros (mitad hombre, mitad macho cabrío y tocando la flauta dulce). Los sacerdotes inmolaban machos cabríos y corderos, se vestían con sus pieles y, corriendo por las calles, golpeaban a las gentes, sobre todo a las mujeres para concederles fecundidad, provocando las risas del público. Otras fiestas son las dedicadas a Saturno, dios de las riquezas y de los vendimiadores y campesinos; eran fiestas muy licenciosas, de grandes comidas, juegos de azar y placer en general. En ellas también se utilizaban el disfraz y la máscara. Por último, las fiestas dedicadas a Baco o Dionisos, dios del vino y la procreación, al que también se representa en ocasiones con atributos de macho cabrío o de toro. Era el dios enmascarado por excelencia; de ahí que la máscara se utilizara en adelante en el teatro. Los participantes se pintaban con sangre y con vino y comían y gritaban como locos a consecuencia de la embriaguez. Todas estas fiestas presentan una serie de coincidencias:
1) Estaban dedicadas a dioses ligados con la naturaleza, el campo y las labores propias de éste. 2) En todas ellas el disfraz y la máscara o llevar la cara pintada es una constante (en su sentido religioso, servía para alejar los malos espíritus). 3) Por último, la alegría desmedida, la comida, la bebida y un elevado componente erótico son elementos fundamentales. La licenciosidad en materia sexual está conectada con antiguos ritos sobre la fecundidad, para engendrar hijos que luego trabajaran la tierra y crearan riqueza.
Pero el Carnaval moderno está desposeído del carácter religioso, aunque no se opone a la Cuaresma ni a la Iglesia. Mantiene la máscara, pero no para alejar los espíritus malignos, sino para ocultar la propia personalidad y proporcionar al portador la libertad de actuación en una sociedad más evolucionada, y por tanto más represiva. La desinhibición que favorece la máscara y el anonimato que proporciona tuvieron como consecuencia frecuentes excesos que llevaron consigo la prohibición. Hoy, en toda España se celebran los carnavales, incluso propiciados por los ayuntamientos. ¡Feliz carnaval!
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