Benidorm

Las gastronomía en televisión: ni está ni se le espera


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VICENTE AGUDO  
Hola Manuel:
Crecí con la sintonía del programa ‘Con las manos en la masa’. Apenas tenía diez años, pero ya me encandilaba frente al televisor viendo a Elena Santoja y a toda la retahíla de personajes que invitaba y que cocinaban un par de recetas. Después, con el paso de los años, me fui enganchando a otros cocineros, pero hoy en día, mi interés televisivo por este mundo se ha desvanecido a tenor del único programa que parece sobrevivir en esta marejada de audiencias: Masterchef.Lo que podría haber sido un programa en el que la cocina fuera su principal motor se ha convertido en algo más parecido a ‘Supervivientes’. Da igual si sabes freír un huevo o si esferificas mejor que Ferrán Adrià, porque las pruebas de selección van por otro camino. No buscan cocineros, sino perfiles, como si fueran jefes de personal de una multinacional. Si tienes más de 70 años, vives en un pueblo perdido de la sierra del que no has salido nunca, eres un sabiondo de los últimos modelos de aparatos para cocinar o de tu boca salen cinco insultos cada diez palabras tienes muchas posibilidades de entrar. Pero tranquilo, no te desanimes, que hay más perfiles para que tus opciones de ponerte el delantal blanco se multipliquen: ser vegano (así te pueden poner una cabeza de cerdo en la mesa y descojonarse), comportarte como la señorita Rottenmeir, que toda tu familia haya fallecido y no tengas a nadie más en este mundo, que seas gay pero, además, que se note mucho o, como en la edición en curso, lleves sotana y alzacuellos.Si a todo esto le sumas que cada programa dura lo mismo que la película Ben-Hur retransmitida por Telecinco con todos su anuncios incluidos entenderás el porqué de mi nulo entusiasmo. Hace diez años, cuando comenzó, fue la novedad, pero la edición posterior y todas las siguientes fueron una burda copia en la que se buscaba la lágrima fácil y el enfrentamiento entre compañeros. De cocina, poca cosa.Por eso ahora tiro mucho de vídeo grabado de aquellos programas que me mantenían pegado al televisor. Como los de Karlos Arguiñano, que lleva más de 30 años en antena enseñando recetas a todos aquellos que empiezan a dar los primeros pasos entre sartenes. Pero, sin lugar a dudas, el que aún sigo viendo con fruición es ‘Vamos a cocinar con José Andrés’. Guardo como un tesoro todos y cada uno de sus programas y en ocasiones los veo como si de una película de cine clásico se tratara. Aprendí muchas recetas y, sobre todo, cómo se comportan los alimentos dentro de una cazuela. En esto ayudó enormemente una olla transparente que utilizaba a veces y que a mí me pareció una revolución en aquella época. No sólo era lo que contaba, sino cómo lo hacía. Era cocina.Después aparecieron Imanol Arias y Juan Echanove y se recorrieron toda España para mostrarnos la gastronomía popular, la que está cargada de historia. No sólo se hablaba de comida, sino también de personas. Se daba voz a todas esas mujeres mayores que mantenían vivas esas recetas que han pasado inalterables de generación en generación. A esta pareja de actores disfrutones le siguieron dos cocineros gemelos, los Hermanos Torres, que supieron ganarse a la audiencia con un formato similar en el que mostraban ingredientes autóctonos de cada comunidad autónoma al mismo tiempo que hablaban con las gentes de los pueblos que visitaban.Todo estos programas ya sólo quedan en la memoria y en las hemerotecas. Ahora, si quieres calmar ese friki gastronómico que tienes dentro debes morir en Masterchef o Pesadilla en la cocina…tanto monta. Es decir, la nada. Menos mal que en todo este océano de basura televisiva TV2 se ha convertido en ese tronco al que agarrarse con la emisión de Las recetas de Julie. Por resumirte, se trata de una periodista gastronómica que, subida a un Peugeot 304 rojo descapotable se recorre la Francia rural para buscar ingredientes singulares y recetas tradicionales de la cocina popular. Ya es triste que en estos momentos conozcamos más la cocina del país vecino que la nuestra.Un amigo me dijo un día que un pueblo sin historia deja de ser pueblo. Ahora estamos perdiendo una oportunidad única de hablar de todas esas personas que en cada rincón de España mantienen vida una tradición gastronómica que corre grave riesgo de perderse.Mientras la televisión continúe de espaldas a la cocina, yo seguiré deleitándome con las explicaciones de José Andrés en los mercados, las comilonas de Juan Echanove e Imanol Arias en cualquier pueblo rural o los piques entre los Hermanos Torres. Pero, sobre todo, continuaré silbando la sintonía de ‘Con las manos en la masa’.

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