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Nómadas digitales: teletrabajo, hotel y playa paradisiaca por sólo 850 euros al mes

FUTURO

El teletrabajo ha convertido en realidad la utopía de los nómadas digitales: personas sin hogar fijo, que combinan trabajo y placer mientras viajan por todo el mundo. Miami, Estonia o Canarias son sus destinos

Nómadas digitales: teletrabajo, hotel y playa paradisiaca por sólo 850 euros al mes

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  • LUIS ALEMANYLas Palmas de Gran Canaria
  • DAVID SÁNCHEZ (ILUSTRACIÓN)

Actualizado Lunes, 29 marzo 2021 – 22:32

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Madrid, Costa Fleming, de Ángel Palomino, fue un libro de 1973 que contó la historia del primer edificio de apartamentos de lujo que se construyó en Madrid. Aquel inmueble fue una conmoción, ya que atendía a modos de vida que los españoles ni siquiera se habían planteado: el alegre soltero al estilo de las películas de Billy Wilder, la chica sofisticada y liberada, los amantes adúlteros que se conseguían un refugio. Cincuenta años después, dos edificios y el auge del teletrabajo vuelven a provocar la misma pregunta: ¿se puede vivir así?

Dos hoteles de Canarias, uno en Fuerteventura y otro en Gran Canaria, se han reciclado en residencias para nómadas digitales huidos de la pandemia. Sus habitaciones están llenas de franceses, alemanes, británicos y escandinavos que contratan sus estancias por meses, y viven como en un colegio mayor, como en un gran piso compartido de veinteañeros. Por la mañana cumplen sus tareas profesionales, por las tardes hacen surf, por la noche llevan una vida relativamente despreocupada dentro de los límites de la pandemia Y todo el tiempo hacen networking. La cuestión ya no es vivir como en El apartamento; la cuestión es vivir como en Friends, ¿eternamente?

«Acabo de estar en Estados Unidos tres meses y esa misma migración se da hacia Florida con una intensidad impresionante», explica Martín Varsavsky, empresario hispano-argentino y pionero en el nomadismo digital. «El alcalde de Miami tiene San Francisco lleno de carteles que decían Vente a Miami y con otro lema que es: ¿Cómo puedo ayudarte?».

Varsavsky tiene su base de operaciones vitales en Menorca y un hábito de cambiar de sitio cada pocos meses según su interés profesional. Ese modo de vida, que parecía el lujo extravagante de un hombre de negocios, empieza a ser una opción real, de clase media. «La pandemia rompió el lazo entre la gente y su despacho», dice. «Hay millones de personas que en este momento se preguntan: ¿por qué vivo donde vivo?».

Muchos viajan buscando destinos de surf o de esquí

«En realidad, esta demanda la detectamos hace mucho», explica Miguel Fariña, director de los hoteles Playa del Sol de Maspalomas y Surfing Colors, de Corralejo. «En 2014 vimos que algunos clientes venían dos o tres semanas cada poco tiempo y que hacían teletrabajo. Llegamos a tener amistad con ellos y pudimos investigar en lo que necesitaban. En 2016, empezamos a hacer ofertas específicas: mejoramos el wifi, bajamos precios para estancias largas y nos promocionamos en sus redes sociales, en Slack y Mitapp, por ejemplo».

Este verano, cuando vieron venir la segunda ola, echaron el resto: «Hicimos una campaña que se llamaba Confínate en el paraíso. Los clientes venían 10 días y les decíamos quédate, en realidad, no hay motivo para que te vayas. Y se quedaban. Es verdad que hacemos un superprecio: en torno a 850 euros al mes con desayuno y comida. La rentabilidad es baja, pero hemos eliminado algunos servicios y los clientes nos vienen directamente, ya no compartimos ingresos con turoperadores. Si en los próximos años mejora la situación, los precios deberían subir a 950 euros para tener una rentabilidad razonable. Este año por lo menos trabajamos».

Algunos datos: los dos hoteles que dirige Fariña son de gama media en la oferta de las islas Canarias: los turistas pagaban entre 90 y 120 euros por noche. Su público era de «suecos en invierno y LGTB en verano». Ahora, las piscinas se han convertido en áreas de coworking y socialización. El ambiente, a media mañana, es silencioso. «Hemos tenido algún problema de convivencia los fines de semana. Los clientes no se pueden juntar en grupos de más de cuatro personas, pero llega el viernes por la noche y se relajan. Se les llama la atención, se les recuerda que han firmado unas reglas de convivencia y el problema está resuelto. En estos meses sólo tuvimos un conflicto serio con una persona», cuenta Fariña.

Su éxito suena insólito, pero no es único: «En Las Palmas de Gran Canaria hay muchos nómadas digitales en la zona de la Cícer, en los hoteles de surf». La Cícer es el tramo de la playa de Las Canteras en la que las olas rompen con más fuerza. «El surf tiene un papel importante en esta historia, igual que lo puede tener el esquí», explica Fariña, desde Fuerteventura. «Son deportes más o menos solitarios, que requieren un tiempo de estancia un poco largo y que ofrecen sensaciones de desahogo muy fuerte. Ayer pasé por la isla de Lobos y vi más gente que nunca en los picos [las zonas de olas]».

En Estados Unidos, ese estilo de vida al modo de Friends se ha consolidado y profesionalizado. La compañía Common, por ejemplo, gestiona 43 cohousing en Florida, Nueva York, California, Chicago, Washington DC y Philadelphia. El mes pasado convocó un concurso para que administraciones locales presentaran proyectos dirigidos a atraer a los tecnonómadas: suelos cedidos sin coste, rebajas fiscales, escenarios pintorescos, deportes de montaña El ayuntamiento que gane el concurso recibirá como premio la inversión de Common. En la competencia hay varias ciudades pequeñas pero también aparece San Luis, la capital de un área metropolitana de 2,8 millones de habitantes.

En Europa, Estonia capta profesionales desde hace años con el aliciente del buen trato fiscal y del caldo de cultivo profesional. «Pero claro, quién quiere pasar el invierno en Tallin si lo puede pasar en Canarias», se pregunta Varsavsky.

La pandemia ha roto el lazo entre la gente y su despachoMARTIN VARSAVSKY

El éxito de Estonia no responde al clima sino a la fama que el país adquirió de ser un lugar de oportunidades. Como los nómadas digitales que llegaban a Tallin eran profesionales cualificados, el destino tenía un valor aspiracional. Ir a Estonia permitía conocer gente, aprender ideas y conseguir ofertas. «Tenemos un cliente en Gran Canaria que es consejero delegado de la principal compañía de software para empresas de trabajo temporal. Lleva siete meses», explica Fariña. «El reto es ese, atraer a gente que haga un efecto llamada. Si pienso en lo que podemos hacer para diferenciarnos, le diría que tenemos que propiciar el networking. Mediar para que los huéspedes se conozcan, colaboren y se citen para el invierno que viene».

«En realidad, España no tiene que hacer nada para atraer esa riqueza», explica Varsavsky. «Sólo tiene que ser amable y dar a bienvenida. Tiene las infraestructuras, tiene la sanidad, tiene el modo de vida atractivo Lo único que falta es que Pedro Sánchez haga como el alcalde de Miami y diga ¿en qué puedo ayudarte? en vez de juzgar a los creadores de empleo».

Y Fariña le da la razón: «En invierno, Canarias es imbatible: el clima, el surf, los aeropuertos bien conectados, la seguridad que da estar en la Unión Europea. Tenemos una incidencia muy baja del coronavirus. En verano hay más opciones, pero es perfectamente imaginable que un nómada pase tres meses en Fuerteventura, dos meses con su familia, que luego se vaya a un sitio del norte de Europa, luego a una estación de esquí… Quizá no para siempre pero sí durante parte de su vida».

Es el caso de Beltrán Arnáiz, madrileño de 27 años, empleado de Amazon. Su empresa le comunicó en noviembre que no retomaría el trabajo presencial hasta junio. «En enero me fui a Mallorca porque un amigo vivía allí, en un piso compartido. Había un hueco y estuve un mes y medio. Págabamos 1.400 euros entre cuatro. Luego me fui a Andorra, también al piso de un amigo que comparto. 1.600 euros entre tres. No he pagado entradas ni he necesitado avales. Voy a aguantar hasta Semana Santa, cuando acabe la temporada de esquí. El esquí es el gran motivo para estar aquí. En Madrid, la rutina se me hacía dura. No tengo pareja ni nada que me ate. Lo único que era el piso que compartía y eso ya lo cancelé. Cuando vuelva, me quedaré con mi familia… Pero si puedo seguir así unos años… esto me da la vida».

¿Suena tentador? En principio, cualquiera encuentra atractivo ese modo de vida leve y despreocupado: tener amigos por todas partes, ir ligero de equipaje, coger olas en el Atlántico… ¿Pero no suena como una invitación a la Isla de los Niños Perdidos de Peter Pan? ¿A una eterna adolescencia hiperconsumista que, al cabo de los años, se volverá solitaria?

«La sociedad de consumo del siglo pasado, se ha acentuado gracias a las tecnologías de información. Cada aventura nos mantiene en esta apariencia de juventud suspendida y las megaciudades y las smartcities se configuran para satisfacer a este tipo de personaje. Lo de la eterna adolescencia es un horizonte que tiende a ser real», explica Rubén Cacsiare, arquitecto peruano, coautor del ensayo El urbanita tecnonómada y la ciudad excluyente.

«Yo creo que el nuevo nomadismo es parte de la desinstitucionalización de nuestro mundo y que afecta a la familia, a la política, a los bancos», añade Daniel Sorando, doctor en Sociología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. «También creo que es parte de la narrativa de la clase media universitaria, que, ante la falta de solidez la intenta compensar con una idea de flexibilidad. Ya no puede hacer grandes planes así que hace pequeños proyectos».

Un ejemplo: el arquitecto recién titulado que descubre con 25 años que no puede llevar la vida acomodada de sus profesores, encuentra algún alivio en llevar una fuga cosmopolita que lo lleve de China a México. «Un cajero de supermercado no sigue esa lógica», explica Sorando. El nomadismo es así un premio de consolación para la clase media educada y debilitada.

Hay otro motivo para ser escéptico: ese nuevo ciudadano, a medias residente y a medias turista, ¿es un buen vecino? ¿A las ciudades en lugares más solitarias y hostiles? «Es un vecino menos comprometido», responde Sorando. En Maspalomas y en Corralejo, ciudades turísticas desde hace décadas, la sustitución del vecino por el turista ya está asumida. «Pero en ciudades como Barcelona o Lisboa, el fenómeno puede generar problemas».

Son vecinos menos comprometidosDANIEL SORANDO, SOCIÓLOGO

«Personalmente, pienso que no serán peores ciudades», añade Cacsiare. «La soledad y el individualismo son dos rasgos que siempre existen, pero el tecnonómada se encuentra muy interconectado a la ciudad. Sólo que gesta una nueva forma de experimentar la ciudad».

Su teoría es que la figura del nómada digitales un presagio de la revolución socio-biológica que nos llevará al transhumano. Bien, ya se verá. De momento, hay cambios más concretos que son reales. «El turismo no va a ser lo mismo», aplica Miguel Fariña. «El turismo se está convirtiendo en el workation, la mezcla de work (trabajo) y vacation (ocio). Para empezar, por una cuestión medioambiental. Esos viajes de cuatro días en Nueva York para ir de compras si lo piensa, son una barbaridad insostenible. Y ni siquiera son una experiencia verdaderamente grata. Si quiere conocer Nueva York, lleve el trabajo y pase dos meses allí».

Si los precios se empiezan a parecer a los de sus hoteles en Canarias, no suena tan descabellado.