Alfaz del Pi

El Brexit en Gibraltar: «La Verja no separa países, separa mundos»


El paso fronterizo del Peñón, que los lugareños llaman la «focona», es un crisol de culturas en el que todos, vayan en la dirección que vayan, piden paz

Fotogalería: El día a día en Gibraltar casi igual pese al Brexit

Alberto García Reyes

Alberto García Reyes

Un policía británico en Main Street, en el casco histórico de Gibraltar
UN POLICÍA BRITÁNICO EN MAIN STREET, EN EL CASCO HISTÓRICO DE GIBRALTARSERGIO RODRÍGUEZ

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre

La Línea es el topónimo más preciso de Europa. Todo está separado por líneas invisibles pero infranqueables en los predios de Hércules. El Atlántico y el Mediterráneo trazan su mediatriz en el combate del oleaje y en la guerra fría de las corrientes. El levante y el poniente se dan la espalda en la angostura de agua que queda entre el Hacho y el Peñón, las dos columnas mitológicas que separó Heracles para romper Occidente en dos continentes. España y el Reino Unido se disputan una piedra estratégica, un lunar oscuro en el azul entre Europa y África desde el que se divisa el lugar exacto donde la armada napoleónica le partió la espalda al almirante Nelson. La Playa de Levante está rota por la Verja. En aquel lado se llama Eastern Beach, pero la arena y el mar no distinguen ninguna frontera en Mala Bahía. Eso es cosa nuestra. Y ahora España y el Reino Unido ultiman un acuerdo para que sea cosa del pasado. Aurora Cortés trabajó toda su vida en el Hospital de San Bernardo y actualmente cobra una pensión del Gobierno británico. Ella lo explica mejor: «Este es un sitio en el que nadie puede fiarse de nadie, pero tampoco es ese lugar que cuentan los cronistas forasteros».

El Estrecho es una extraña babilonia de cristianos, anglicanos, judíos, musulmanes, hindúes… Pero sobre todo es un confín de piratas, tanto en el mar como en tierra. Los llanitos —es una paradoja sublime que a los habitantes de un risco que se divisa desde las dos orillas se les aplique este gentilicio— hablan como los futbolistas. Ni español ni inglés. Andaluz de Londres. Y a pesar de su distancia con las islas madres y de su cercanía con la tierra hermana, todos conservan un raro misterio identitario. Al fin y al cabo, viven en la verdadera «Trafalgar Square». DesdeRock Gun Battery, el baluarte más alto de este promontorio al que los griegos llamaban Kalpe, donde sobreviven los monos africanos que la leyenda dice que se quedaron a este lado cuando el hijo de Júpiter partió el mundo en dos, se divisa el faro en el que cayó el héroe inglés, punto de fuga de todas las culturas: la Mujer Muerta —montaña simbólica de la costa marroquí—, la Sierra de Cádiz, los dos mares, el alminar de Tánger, el campanario de la iglesia de Algeciras, el Templo Hindú, Ceuta serpenteando las aguas con su brazo que intenta golpear España, Tarifa estirando el cuello para asomarse a África, las ruinas romanas de Baelo Claudia en Bolonia, la muralla portuguesa ceutí, los malteses, los italianos, el edificio protestante de King’s Chapel, la mezquita de Ibrahim-al-Ibrahim en el barrio de Europe Point, el consulado donde se casaron John Lennon y Yoko Ono, las ballenas, las almadrabas, los inmensos barcos cargueros, las lanchas de los narcos, las pateras…

Marejada continua

Fernando Villalón, poeta del 27, escribió que el mundo se divide en dos, Sevilla y Cádiz. Habría sido más atinado decir La Línea y Gibraltar. El presidente de la Audiencia de Ceuta, Fernando Tesón, hace ese paralelismo de forma tajante: «Aquí las fronteras no separan países, separan mundos». Por eso la crónica de un paracaidista, como denuncia Aurora, sería ininteligible. Es mejor que hablen los que han gastado decenas de pares de zapatos cruzando cada mañana la «focona», que así es como llaman los lugareños a la barrera: «Four corner» pasado por el tamiz andaluz se dice «focona». Y ni así conseguiremos comprender este arcano que el Brexit está a punto de desalambrar. Estos días está lloviendo fuerte en el Estrecho. La ventolera se lleva los cuerpos. El mar está irritado. Pero la gente es tranquila. Vive acostumbrada a toda clase de marejadas.

Residentes gibraltareños en el centro de la ciudad
RESIDENTES GIBRALTAREÑOS EN EL CENTRO DE LA CIUDADSERGIO RODRÍGUEZ

Rebeca pasa el control en su coche. La policía inglesa la conoce. Casi no necesita bajar la velocidad para cambiar de país a pesar de la barrera. Ella es cordobesa. Tuvo que marcharse a Francia y a Irlanda cuando terminó la carrera para poder trabajar con un salario digno. Y sólo encontró una oportunidad para regresar a España en buenas condiciones a través de Gibraltar. Ha estado dirigiendo una casa de apuestas durante doce años. El negocio de la «suerte» tiene su sede central en el Peñón, que es un imán fiscal para sociedades de todo el mundo, pero ella lo ve como un paraíso de oportunidades, no de impuestos ni de magnates del juego: «Cuanto más al Norte de España llevamos este conflicto, mayor tensión se produce, pero se trata de un nacionalismo anticuado, esa antipatía aquí no se vive». Para Rebeca, la Roca es el salvavidas de muchos trabajadores del Estrecho: «En esta zona hay muy pocas empresas y las condiciones laborales no son buenas mientras que Gibraltar permite desarrollarse, pero mucha gente no entiende que cuando hay cualquier disputa política entre Madrid y Picardo, quienes pagamos somos los trabajadores, que tenemos que hacer colas insufribles para pasar el control fronterizo». El ministro principal del Peñón, Fabián Picardo, no es precisamente colaborador en la relajación de esas hostilidades, aunque necesita a los españoles y tiene que medir sus bravatas. En las últimas semanas, no para de repetir que el Brexit es «un gran logro» para los británicos. Casi todos los días, el Servicio de Información del Gobierno de Gibraltar en Españaenvía una nota con esa expresión, incluso cuando habla de las medidas del Covid, que están siendo muy férreas ahora por la irrupción de la cepa británica, multiplicadora de los contagios en toda la comarca.«En todas las empresas con sede en Gibraltar trabajan personas de muchas nacionalidades y religiones, hay una diversidad única en el mundo»

Cinthya es la gerente del supermercado Eroski del Peñón. A ella todo este lío del Brexit le suena ahora mismo a chino, nunca mejor dicho. De lo que se habla estos días a un lado y al otro de la alambrada es de la famosa mutación del virus: «Aquí los controles que se están haciendo son por la pandemia porque Picardo ha decretado el aislamiento, nada más». Su visión, no obstante, tiene una pátina de cansancio contra el tópico: «La Línea tiene mala reputación por la droga, el paro y el Peñón, pero aquí se vive de escándalo». Según Rebeca, es un ejemplo de integración: «En todas las empresas con sede en Gibraltar trabajan personas de muchas nacionalidades y religiones, hay una diversidad única en el mundo». La multiculturalidad jamás entendió de verjas.

Las banderas del Reino Unido y de la colonia gibraltareña
LAS BANDERAS DEL REINO UNIDO Y DE LA COLONIA GIBRALTAREÑAREUTERS / JON NAZCA

La actividad delictiva

Curiosamente, en Ceuta pasa lo mismo. En el paso del Tarajal hay todos los días largas colas de trabajadores que tienen su porvenir asegurado en España y que por la tarde regresan a Castillejos, el primer pueblo africano. En la «focona» el trasiego es idéntico. Marruecos viene a trabajar a España y España va a trabajar a Gibraltar. Las dos columnas de Hércules que le roban espacio al mar son el edén del progreso mientras que la tierra ancha está plagada de dificultades. El bienestar se concentra en dos puntos de apenas unos kilómetros cuadrados. Pero este crisol es una locura jurídica. «Es un lugar muy propicio para la actividad delictiva porque en un pequeño espacio colisionan varias legislaciones. En función del lugar concreto donde se haya cometido el delito, la Justicia actúa de una manera», explica un agente que patrulla cerca de la Atunara, el barrio de la droga, el que siempre sale en la tele como falsa metonimia del pueblo. La Línea no es eso, ni mucho menos, aunque las carencias están a la orden del día. El alcalde, José Juan Franco, que es de un partido independiente para no romper la tradición de que allí nadie es de nadie, lamenta de forma repetitiva el escaso nivel de industrialización de esta comarca andaluza: «Me siento más español y andaluz que nadie, pero aquí no vivimos de banderas», se queja. Su fijación después del acuerdo del Brexit con Gibraltar es muy clara: «A partir de ahora tenemos que dialogar sobre otros temas como la fiscalidad y el tabaco».Los vecinos de La Línea, Algeciras y San Roque hablan bien de Gibraltar porque ese es su pan. Los de Gibraltar hablan bien de los andaluces porque esa es su mano de obra

Está muy extendida la certeza de que las pateras de las mafias nunca llegan a Little Bay Beach. Pero sí hay muchos linenses que se arriesgan a una celda en la prisión de Windmill Hill para consagrar la antigua cantiña del contrabandista, una copla que cantaba en la zona hasta el mismísimo Camarón: «A Roma se va por bulas, / por tabaco a Gibraltar, / por manzanilla a Sanlúcar / y a Cádiz se va por sal». En Main Street está el estanco de Lewis Stagnetto, uno de los más frecuentados por los andaluces, que cruzan a pie la «focona» para ir por Marlboro y güisqui y en coche para echar gasolina. El contrabando de tabaco ha dado de comer históricamente a miles de campogibraltareños. Robert Azzopardi es maltés y lleva en «The Rock» 30 años. Sale del estanco con un cartón de cigarros mentolados: «El acuerdo es estupendo». Es escueto el hombre. Juan es de Algeciras, trabaja en un restaurante indio y ha aprovechado para llevarse una caja de puros: «Ahora está todo parado por el coronavirus, pero normalmente hay mucha gente aquí comprando cartones para hacer negocio en aquel lado». Por eso la Policía española sigue siendo muy escrupulosa en el paso fronterizo.

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Esther, que trabaja en una joyería cercana a Casemates Square, la plaza principal del Peñón, tiene que enseñarlo todo al regresar a La Línea: «Durante estos meses atrás, el Gobierno de Gibraltar ha hecho un registro de todos los trabjadores españoles y a las empresas les ha mandado un listado para confirmar que esas personas estamos trabajando allí. También hay una web para comprobar que estás registrado. Yo he trabajado toda esta semana y a mí sólo me han pedido mi DNI. Lo que sí se está haciendo, no por parte de la Policía inglesa, sino de la española, es controlar el tráfico de mercancías. Eso ya lo hacían antes con el tabaco, pero ahora tampoco podemos sacar mercancía no permitida en la Unión Europea, como cárnicos, derivados lácteos, huevos…». Es lo único que ha cambiado. Todo lo demás sigue igual.

Los vecinos de La Línea, Algeciras y San Roque hablan bien de Gibraltar porque ese es su pan. Los de Gibraltar hablan bien de los andaluces porque esa es su mano de obra. Y aunque en el fondo nadie se fía de nadie, todos tienen una misma idea que expresan en «spanglish». Churchill fue sinónimo de prosperidad en toda la zona. En andaluz, el apellido del histórico primer ministro británico se pronuncia «chanchi». Si preguntas a cualquiera a ambos lados de la frontera, casi nadie habla de política. Sólo dicen que en este confín se vive «chanchi piruli». Y para decir que están de vacaciones usan una expresión que resume todo lo que intenta contar esta crónica: estamos de libertad. En esa libertad escucharon Lennon y Ono la frase que describe la ausencia de fronteras en el Estrecho y que da base al matrimonio que están a punto de firmar España y el Reino Unido: lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Carne «combí»

El llanito no es sólo una forma de hablar, es una cultura. En Gibraltar conviven ingleses, irlandeses, españoles, indios, malteses, italianos, israelíes, portugueses… La pugna identitaria es más política que real en el Peñón, que desde que tiene bandera inglesa tras el Tratado de Utrecht vive con distancia esta vieja discusión. En el «market», un lugareño pide un producto que simboliza el mestizaje natural de la zona: «Deme una lata de carne combí». Es «corned beef», pero la mezcla de español e inglés la transforma en «carne con beef». Carne con carne. Una metáfora perfecta de la relación que existe entre los dos mundos que separa la Verja.