OPINION
Por Jaime Amador
Miguel Fluxà, el presidente del grupo Iberostar, publicó ayer en cuatro medios artículo absolutamente necesario: la respuesta hotelera a las críticas ignorantes de una parte minoritaria de nuestra sociedad y, sobre todo, del ministro de Consumo, Alberto Garzón.
Fluxà hace lo imprescindible: dar argumentos que explican cuán fuera de lugar está el ministro, qué oportunidad magnífica perdió de informarse antes de hacer afirmaciones absurdas. Fluxà le explicó que un país se construye de abajo a arriba, que primero se crean las fuentes de riqueza y después se distribuye esta. Y que en ese sentido, el turismo en España ha sido ejemplar: ha creado empleo, ha captado viajeros, ha sido competitivo, ha hecho lo que con toda seguridad el ministro no sería capaz siquiera de imaginar.
España tiene muchos defectos, pero tiene virtudes y Fluxà las puso en valor: dijo que hay mucho camino recorrido, que hay muchos trabajadores involucrados, que hay mucha formación, que hemos hecho un producto y que se vende.
Trasmitió un mensaje de esperanza respecto del futuro después del coronavirus, porque al fin y al cabo, con más o menos daños, pasada la tormenta, los que sabían seguirán siendo competitivos. Y por ello llamó, con razón, a mantener la bandera de la calidad, del producto de gama lo más alta posible.
Era necesario que alguien respondiera a tanta estupidez. Y que lo hiciera en términos convincentes. No es posible que quien crea el 11 por ciento del empleo de un país como España, que tiene tres millones de parados estructurales, tenga que avergonzarse ante quienes no han demostrado hasta ahora más que capacidad para marear y enredar.
No es de extrañar, pues, el silencio con el que ha respondido el ministro
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