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ANÁLISIS PREFERENTE.- ¿Quiere cargarse el Turismo una parte del Gobierno?

Cada día son más quienes no dan crédito a lo que ven, en relación a la hostilidad de una parte de la instituciones
Las palabras explícitas, sin desmentir ni matizar, y también los hechos, alimentan que al menos existan las dudas

Al principio eran muy pocos quienes creían que, realmente, una parte de la sociedad quería acabar con la actividad que sustenta a millones de familias en España. No eran muchos los que pensaban que, de verdad, hubiera quien luchase por destruir al sector que sostiene al sistema del bienestar, con la mejor sanidad pública como gran orgullo. Pero desde las últimas semanas, cada día son más quienes van pasando desde la fase de incredulidad y negación, hasta empezar a asumir que algo así puede ser cierto.

Cada día son más quienes no dan crédito a lo que ven, en relación a la hostilidad de una parte de la instituciones hacia una industria gracias a la que se paga el nivel de vida que había hasta ayer en España. En la peor crisis que jamás hubiera imaginado cualquier profesional turístico, en el momento más dramático y desalentador, es cuando se ha visto que, en vez de sensibilidad ante esta devastación anímica de millones de familias, lo que ha aparecido es hasta hostilidad.

Una parte del Gobierno se ha expresado abiertamente en esta línea. Empezando por el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, abogando por reducir el peso del Turismo para apostar por otros sectores con escasa capacidad de generar empleo como las renovables. Y siguiendo por la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, que le ha dicho al sector del ocio que si no quiere que no abra.

No han sido los únicos en el gabinete que preside Pedro Sánchez. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, animó a no reservar las vacaciones de este verano, mientras la de Trabajo, Yolanda Díaz, decía incluso que este año no habría viajes hasta Navidad. Y fuera del Gobierno, la presidenta balear, Francina Armengol, ha defendido que ganen peso la economía circular, la azul y también la verde, pese al desgarro de sus conciudadanos ante pasar un año y medio prácticamente sin ingresos.

En ese mismo archipiélago, un alto cargo de Podemos como Jesús Jurado, cuyo partido ostenta la vicepresidencia de Baleares, pedía en un artículo frenar la dependencia de que vengan millones de turistas para “reindustrializarnos en base a un modelo no contaminante”, y que “el sector agropecuario debe desarrollarse favoreciendo la producción ecológica de kilómetro 0”. Y en la Comunidad Valenciana, su vicepresidenta Mónica Oltra también se expresó en términos aún más denigratorios para la industria, hablando incluso de que generaba “maltrato”.

En contraste, los gobernantes que sí han demostrado sensibilidad hacia el turismo son la vicepresidenta tercera, Nadia Calviño, así como la ministra de Turismo, Reyes Maroto, y el de Transportes, José Luis Ábalos. Pero solo sensibilidad y buenas palabras, porque nadie del gobierno ni de ninguna autonomía turística se ha reunido aún con varios representantes del sector, ni se conoce algún plan específico, ni hay en marcha medida alguna para salvar a largo plazo la aerolínea más estratégica.

En el resto de grandes países, pese a que el turismo supone un porcentaje menor de sus empleos que en España, sí han habido tanto reuniones como planes específicos y estímulos a los viajes, además de ayudas públicas a las aerolíneas de bandera. Este contraste de hechos hace que haya cada vez más profesionales turísticos pensando que una parte del Gobierno quiere acabar con la primera industria nacional, que con todos sus defectos no ha demostrado tener más que el humo de las fábricas.

Pero sobre todo, lo que hace dudar de las intenciones reales de una parte de los gobernantes son sus palabras explícitas, y que incluso en un momento así demuestren la mayor insensibilidad al Turismo. Millones de personas en España se han formado para trabajar en este sector de interconexión con gentes de todas culturas, y han dedicado su vida a él. Hoy contienen el aliento. Toda su experiencia laboral y todos sus conocimientos los tienen en una industria que en los años 60 abrió a los españoles a conocer la Europa moderna, y que forjó en las costas la creación de las clases medias.

Pocos aún, pero cada vez más, dudan de si una parte de los gobernantes quieren aprovechar esta mega-crisis del coronavirus para acabar con el turismo. A la mayoría le cuesta creer que se busque intencionadamente reducir la actividad que sustenta la economía, el sistema del bienestar, y el pan a millones de familias. Y que las alternativas sean de impacto mínimo en la creación de empleo. Pero las palabras explícitas, sin desmentir ni matizar, y también los hechos, alimentan que al menos existan las dudas, en el momento donde lo que más se anhela son certidumbres.

 

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