24/04/2020
Radio 4G Benidorm
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Oscar Nombela
Antes de empezar, permítanme acordarme de todos con los que durante años compartí mi trayectoria profesional en el mundo socio sanitario. Son momentos difíciles y estarán pasando días duros, lo sabemos. Aunque ya no estoy físicamente con ellos, confío en su gran valía personal y profesional para que, que pese a las dificultades propias y las añadidas de esta situación, puedan sacarlo adelante.
Está siendo una época difícil de vivir se mire como se mire para todos, especialmente para los que además de las limitaciones tienen que lamentar la ausencia temporal o definitiva de todos los que necesitan tener cerca. Sólo podemos agradecer el esfuerzo de todos los que están luchando por salir de ésta.
Me encantaría hablar de lo que está suponiendo personalmente para mí, pero quizá a no muchos les pueda interesar, pero quizá sí que pueda transmitir parte de lo que estoy aprendiendo y que pueda ser de alguna utilidad.
Hasta hace un par de años y desde siempre, quería que las cosas sucediesen antes de su momento y vivía anclado al futuro, si, aunque pueda parecer imposible, ¿cómo se puede vivir así? Pues la respuesta es fácil, sin disfrutar de lo que está pasando aquí y ahora, sin sacar nada bueno de lo que acontece. Gran parte del tiempo me lo pasaba pensando en cuándo llegara ese o aquel momento, en cómo iba a disfrutar o afrontar cada situación, los escenarios, las alternativas…. Pues bien, he comprendido que eso no era vida, era dormir despierto o soñar, pero solo quedándome en la parte mala de los sueños, esa que cuando despiertas, te das cuenta de que nada es realidad finalmente.
El año pasado perdí de forma muy consecutiva a dos personas especialmente importantes para mí, que me hacen empatizar aún más, con los familiares de los más de 22 mil fallecidos (o muchos más) por esta terrible pandemia. Me siguen sabiendo a poco esos ratos tan agradables y reconfortantes, los abrazos, las palabras, complicidad, los sabios consejos recibidos…. Pero a la vez que me hace sentir triste, también pienso que debo alegrarme por haberlo vivido en primera persona y haber sido afortunado de disfrutar a esas personas tan especiales mientras se pudo, porque la primera sólo con la primera parte podría caer en una innecesaria frustración, que es la nos genera el no poder seguir haciéndolo.
Hace unos días me pasaron un video por uno de esos múltiples chats que circulan por las redes, en el que me preguntaban sobre qué es lo que me voy a regalar cuando esto termine (….). Tardé mucho tiempo en llegar a la conclusión sobre qué es lo que echo de menos además de no poder dar un abrazo desde hace tanto a los “míos”
Tras mucho pensar, creo que llegué a la conclusión de que lo echo en falta es poder nadar. Había cogido esta sana costumbre de ir con cierta regularidad, no menos de dos veces por semana y hasta cuatro alguna semana, que me hacía sentir tan bien…. Me ha llevado a reflexionar sobre que sin salud no se puede disfrutar del amor y mucho menos del dinero.
Profesionalmente está siendo un reto, porque lo que tenía pensado no es posible y lo que era imposible está siendo factible…. No solo es una cuestión de reinventarse como amargamente reniega una amiga mía, sino también adaptarse. “Todo a los que nos resistimos, persiste” (dice mi buen amigo germangonzalez.com). El medio ha cambiado y no pienso que sea algo circunstancial o coyuntural, sino que esto va a tocar los cimientos y aunque podamos pensar que ya ha pasado lo peor de esta ola, debemos haber aprendido la lección y que si hay próxima, no nos pille en un partido de fútbol o en una manifestación (…).
Finalmente, y por ello el más importante de los aspectos, el primero que hay que cuidar, es el plano emocional y familiar. Lo estamos disfrutando juntos mi mujer y yo con nuestros dos pequeños, súper intensamente. Parece como si los estuviéramos viviendo de verdad ahora y que pese a esta difícil situación, ellos nos lo compensan con creces con su entrega, su cariño y su comprensión. Estamos recuperando viejas costumbres ya olvidadas por el día a día, como hablar, comer juntos, jugar a las cartas…, en definitiva, vivir más despacio, disfrutar de las pequeñas cosas.
Es curioso que la enrome crispación que se percibe entre los adultos, en los pequeños se transforme en una balsa de aceite. Es como si nos intentaran dar un mensaje, que obviamente no parece que estemos entendiendo. Con ello, sólo puedo desear que la vida no nos obligue ¡a repetir curso!.
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