Alfaz del Pi

«El coronavirus se puede vencer, nosotros ya le hemos ganado la batalla en casa»

Francisco y Julia son profesores jubilados y fueron de los primeros malagueños en contagiarse tras un viaje a Italia. En la imagen, posan en el jardín de su casa./SUR
Francisco y Julia son profesores jubilados y fueron de los primeros malagueños en contagiarse tras un viaje a Italia. En la imagen, posan en el jardín de su casa. / SUR

Los malagueños Francisco Saura y Julia Rivas, un matrimonio jubilado de Carlinda, cuentan su experiencia tras superar el virus. Fueron de los primeros en contagiarse: él lo sufrió como «un gripazo de los fuertes», ella apenas tuvo síntomas

Se trajeron sin saberlo al dichoso virus cuando viajaron el mes pasado a Ferrara, al norte de Bolonia en tierras italianas, para participar en un encuentro de baile. Les encanta el tango y lo disfrutan desde hace casi dos décadas. Francisco Saura se sentía ya «destemplado» en el avión de vuelta a casa, el 26 de febrero, en plena efervescencia de la crisis sanitaria estallada en Italia. España aún miraba entonces de reojo a la pandemia. «Yo le calmaba en el vuelo diciéndole que era un resfriado pero en realidad intuía que era coronavirus», confiesa su mujer, Julia Rivas. Ambos profesores jubilados -63 y 62 años- fueron de los primeros contagiados en Málaga -apenas había tres o cuatro casos cuando dieron positivo- y hoy, por fin, después de estar un largo mes en «absoluto aislamiento», pueden gritar a los cuatro vientos que han vencido al «bicho», como ellos dicen, en casa, un chalé ubicado en Carlinda, en la capital. Forman parte del listado de los más de 5.300 recuperados en España. Responden la llamada de SUR para contar su experiencia y transmitir a la ciudadanía un mensaje de calma, esperanza y positivismo. «Es una situación casi apocalíptica la que vivimos pero se puede superar y lo vamos a lograr con el esfuerzo de todos. En casa ya lo hemos hecho. Y contamos con el mejor sistema sanitario que se puede tener», apunta, convencido, Francisco.

Al llegar a casa del viaje llamaron para alertar de los síntomas que tenía. «Unos amigos de Fuengirola que habían estado de viaje con nosotros habían dado ya positivo. Me dieron cita para hacerme la prueba dos días después, justo el Día de Andalucía, en el Hopital Regional», rememora. «Mi mujer se quedó en el coche y me atendió personal con guantes, mascarilla y demás en una sala aislada. Mi preocupación era no contagiar absolutamente a nadie». El positivo, lejos de alarmarlos o asustarlos, supuso un alivio: sabía que lo tenía y que debía lidiar con covid-19 en casa cumpliendo a rajatabla las recomendaciones sanitarias. El matrimonio se adelantó entonces al encierro forzoso que a toda España que llegaría dos semanas más tarde. «Tuvimos suerte de ser de los primeros: los servicios sanitarios aún no estaban colapsados, hacían el test y, además, pudimos hacer compra grande de comida a domicilio para prepararnos», cuentan. Sus dos hijos, -uno vive en Torrox y otra en Irlanda con sus dos nietos-, no tuvieron más remedio que vivir su convalecencia desde la distancia. «Mi hijo quería venir a verme pero se lo prohibimos por responsabilidad, como debe hacer todo el mundo para frenar la pandemia», advierte.

Francisco y Julia, en un restaurante de Ferrara (Italia) donde se contagiaron en febrero antes de que la crisis por la pandemia llegara a España.
Francisco y Julia, en un restaurante de Ferrara (Italia) donde se contagiaron en febrero antes de que la crisis por la pandemia llegara a España. / SUR

Los primeros días fueron los más difíciles porque ella aún no presentaba síntomas y debían mantenerse separados, aislados. «Yo me quedé en la planta alta de la casa y él en la baja. Nos hablábamos por el móvil, con mensajes. Fue muy duro dejarlo enfermo, solo. Apenas podía dormir pensando en que empeorara», dice Julia. Ella apenas tenía molestias pero días después le hicieron la prueba, «ahora ya no la hacen si no tienes síntomas más severos, no tienen medios», reconoce. Con su positivo retomaron la vida juntos, confinados. Aunque el virus no les afectó por igual, su convalecencia fue muy diferente: mientras que él lo sufrió como «un fuerte gripazo», ella se mantuvo asintomática. Francisco recuerda tos seca, mucosidad, cansancio muscular, dolor de cabeza y garganta -«como una amigdalitis»-, calor en los ojos, fiebre y pérdida de olfato y gusto. «Tenemos que agradecer a Cristina y María José, las profesionales que nos atendían por teléfono, su preocupación y su labor de asesoramiento», coinciden ambos en sus agradecimientos en los que también incluyen a los vecinos que les proporcionaron lo que necesitaban en todo momento cuando algo escaseaba en su despensa.

«La gente se asusta al saber que lo he tenido»

Con los días Francisco empezó a sentirse mejor y, coincidiendo con el fin de semana en el se arrancó el estado de alarma en todo el territorio nacional, le hicieron una segunda prueba con resultado negativo aunque él no lo supo hasta diez días después por el desbordamiento sanitario. «Salir a la calle a comprar después de estar encerrado casi un mes me produjo una alegría inmensa. Ver y hablar con la gente en el supermercado, guardando las distancias, fue muy agradable», relata. Al principio contaba que había superado el virus pero, al ver la reacción de pánico en muchos, ahora prefiere centrarse en dar ánimos a todos. La pregunta del millón que le hacen es sobre su inmunidad al virus: «Se supone estamos inmunizados aunque no se sabe por cuánto tiempo. El virus podría mutar y atacarnos de nuevo, no se sabe aún».

«Se supone que estamos inmunizados aunque no se sabe por cuánto tiempo. El virus podría mutar y atacarnos de nuevo, no se sabe aún»

«Afortunadamente vivimos en una casa grande con jardín y patio que nos hace más llevadero el encierro», explican. La lectura, las plantas o la pintura y la costura en el caso de ella, son sus distracciones favoritas además de las videollamadas con los suyos y continuos mensajes de WhatApps con amigos y conocidos para apoyarse en la distancia. «Ahora estoy cosiendo mascarillas con doble capa y filtro de gamuza para repartirlas entre quienes lo necesiten», explica Julia incapaz de parar quieta en casa. Este mes tenían previsto hacer el viaje a sus sueños a Vietnam y Camboya y, próximamente, una escapada para ver a su hija en Irlanda. Todo cancelado, pero su ánimo no flaquea. «Ya haremos esos viajes, ya recuperaremos todos nuestra vida cuando todo esto pase. Mientras tanto tenemos que hacer lo que nos piden y aportar cada uno nuestro granito de arena en esta lucha», concluyen.