Yo no maté a Manolete. Pero si algún día me viese en un proceso judicial y el fiscal de turno me ofreciese rebajar, hasta en 10 veces, la pena que me pide a cambio de reconocer tal crimen, sin duda firmaría mi culpabilidad. Si el fiscal incluyese como condición implicar en el crimen a dos amigos, Paco y Juan por poner un ejemplo, creo que también firmaría. En las estadísticas yo pasaría a engrosar el número de asesinos de toreros y haya donde fuese, el resto de mi vida, todos podrían decir «ahí a el asesino de Manolete», pero yo no habría matado a Manolete. Y nunca sabríamos si lo hicieron aquellos a quienes delato como compinches.
Jueces, fiscales y abogados puede que estén muy familiarizados con este tipo de negociaciones, legales por supuesto. Pero quienes nunca hemos pisado un juzgado, no lo entendemos. Si la Justicia es la voluntad de darle a cada uno lo suyo, quien haya cometido un delito, que pague por él y quien no lo haya cometido, aunque firme lo contrario, que se vaya a su casa libre de culpa y mácula.
Fuera del mundo de los tribunales cuesta entender que un fiscal rebaje su solicitud de condena cinco o diez veces, a cambio de una confesión, que nunca sabremos si es cierta o no porque nunca se va a juzgar. O el fiscal actuó mal cuando pidió la pena originalmente o actúa mal cuando la rebaja. Porque es obvio que en alguno de los momentos no está en su ánimo darle a cada uno lo suyo, y que le mueve motivaciones espurias que pueden ir desde la venganza personal y la animadversión hasta el afán por medrar en su carrera.
Podrá tenerse en consideración la colaboración del inculpado con la Justicia, pero una cosa es ser benevolente y olvidar que la justicia deja de serlo cuando se presta a cambalaches porque pierde sus valores intrínsecos, la honradez, la ética y la equidad. Prestarla a chanchullos propios de un zoco es matarla.
Todo esto recuerda a la Inquisición, cuando obligó a Galileo a firmar una declaración en la que negaba que la tierra giraba alrededor del sol. Gracias a eso, él evitó la hoguera, pero cuando soltó la pluma dijo: «Y sin embargo, gira». Pues eso es, ni más ni menos, lo que estamos viviendo en muchos de los casos de corrupción que se están juzgando.
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