Toda la existencia y muchos de los milagros de la hoy ‘superviviente’ dan para un ‘biopic’ que contendría casi todos los géneros, desde la españolada hasta Tarantino

Pocas vidas darían para un biopic más espectacular que la de Isabel Pantoja(Sevilla, 1956). Su recorrido por este valle de lágrimas solo cabría en una superproducción colosalista como lo fueron Intolerancia (1916), El nacimiento de una nación (1915), Lo que el viento se llevó (1939), Ben-Hur (1959)o La caída del Imperio Romano (1964). Que nadie intente encontrar una pulla a la tonadillera camuflada en cualquiera de estos títulos, porque no se trata de lanzar puñalitos codificados, sino de dar una precisa idea en cuestión de dimensiones y sentido del espectáculo.
‘Supervientes’ aún no ha llegado a su paroxismo deseable: un monólogo final de la Gran Diva que nos pusiera a todos en nuestro sitio por haber consentido que nuestro morbo se nutra durante tanto tiempo de su gloria
La película de la Pantoja empezaría en clave de españolada trágica, un poco Sangre y arena (1941), para inmortalizar ese trauma fundacional que lo puso en marcha todo y dotó de espesura y claroscuro a un repertorio que tendría su pináculo en Marinero de luces (1985), el disco que para muchos es el mejor de la artista sevillana. Acto seguido, la cosa podría mimetizar los tonosprotoalmodovarianos de un melodrama de deseos armarizados, con ídolos de las ondas radiando veneno en el centro de un triángulo demasiado tentador para los círculos más depredadores de la prensa del corazón.
En lo que podría ser su tercer acto, la película se convertiría en un thrillerde corrupción política, con el oropel marbellí deslumbrando a la platea en igual medida que la dentadura –“¡dientes, dientes!”, como dijo aquel día paseando con Julián Muñoz mientras era asediada por los fotógrafos– de la pareja protagonista.
Pero todo el mundo sabe que un biopic de la Pantoja debería dejar chiquito a Kill Bill (2003-04), de Tarantino, y, cuando la masa creyera que la cárcel iba a proporcionar un desenlace redentor y aleccionador al conjunto, llegaría el clímax, con la heroína introduciendo una gestualidadcamp en un reality al sol (Supervivientes) que aún no ha llegado a su paroxismo deseable: un monólogo final de la Gran Diva que nos pusiera a todos en nuestro sitio por haber consentido que nuestro morbo se nutra durante tanto tiempo de su gloria.
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