No crea el lector que voy ha hacer crónicas sobre las jornadas gastronómicas. No, tampoco voy a incidir sobre el restaurante con estrellas Michelin que sirve setas envenenadas como plato de degustación, plato que parece ser no han degustado previamente por sus cocineros. Ni tan siquiera voy a tratar sobre las efemérides culinarias de mi abuela. Voy a contar simplemente la última mala idea que he tenido sobre la agenda política local y las próximas votaciones del 26M.

Hasta el moño me tiene el concertista chirimitero, su vicario y sus acólitos dicharacheros con las obras infinitas, con las mejoras urbanísticas, con la limpia suciedad de nuestras calles y avenidas, con sus aparcamientos disuasorios, sus luces leds y sus carriles bicípedos (con perdón). Tres años y medio viviendo de las rentas, en el anonimato, agazapados tras el telón, entretenidos con esconder papelitos y mas papelitos por los cajones del Ay-untamiento, ayudándose con personal de confianza (de su confianza, claro) y ahora, de repente, súbita, veloz e inesperadamente ponen todo se ímpetu y corage en obras y obras hasta en el subsuelo.
Como quien no lo quiere, como el inesperado maná del cielo, se desempolva el dinero, florecen las subvenciones y comienza una desenfrenada carrera de obras, renovaciones e inversiones, acompañadas de la propaganda votacional correspondiente. Propaganda que nos recuerda día a día lo bien que nos administran (mediante el “poquet a poquet”) y lo buenos, magníficos y excelentes que son políticamente hablando. ¡Ah! Y que nadie se atreva a criticarles, reprocharles la tardanza o afear su frenética actividad obrera, porque si cae en esa tentación, le tachan de envidioso, de pelusero o de tóxico peligroso.
Sobre el colectivo vecinal llueven a diario las nuevas obras con sus correspondientes fotos, de forma insistente, machacona y cansina, como si no tuviéramos ojos ni obstáculos que sortear mal circulando a diario por nuestras calles y avenidas. Durante décadas nos hemos mantenido serenos con un solo parque, el parque de Elche y ahora vamos camino de tener un parque por habitante, con un porcentaje similar al que vamos a disfrutar con el número de partidos que se presentarán a las elecciones del 26M. Y ahí está la clave de la cuestión. El “guiso” está cociéndose a toda prisa para que pueda estar a punto de ingestión antes del 26M. Los vecinos nos lo vamos a comer enterito, sin una migaja para el desperdicio y por supuesto, habrá que pagarlo si es posible, antes de hacer la digestión con nuestros impuestos directos e indirectos.
El “guiso” es solamente un plato del menú, menú que para nuestro apetito tiene más platos de los necesarios y cuenta además con postre café y copa. ¿Mas platos? ¿postre? ¿café y copa?… pues sí, tiene mas platos, postre, café y copa previstos, salpimentados, condimentados y sus caldos han sido envejecidos en roble por el Cocinero Mayor de Benidorm (de momento sin estrellas Michelín) de todos conocido como Enrique Ortiz e Hijos, S.A. Este contratista montó una franquicia hace tiempo en nuestra ciudad y bajo su dirección y tutela hemos ido cocinando platos tan sabrosos como la Estación de Autobuses y la urbanizaciones como la del Moralet. Repetitivamente el franquiciador ha ido presentándonos su factura al cobro y esta es la fecha en la que seguimos como deudores de 75.000.00,00 € por la primera y de 35.000.000,00 € por la segunda.
Bailaremos la perdiz durante mas o menos tiempo, pero al final mas tarde que pronto y por lo tanto con más importe, terminaremos por pagar la factura con nuestro dinero, con nuestros impuestos. Llegados a este punto me pregunto: ¿Es acaso el origen de esta deuda un “yo me lo guiso, yo me lo como”? No, en todo caso es un “ellos me lo guisan y yo me lo como y lo pago”. Pienso que no es justo, demasiado guiso para tan pocos comensales. La propietaria acreedora de la franquicia no está domiciliada aquí y la mayor parte de los cocineros usufructuarios de la franquicia tampoco. Todos ellos han de cobrar el bocado correspondiente y nosotros hemos de pagar el banquete, sea o no de nuestro gusto, pero obligados por nuestros administradores. No es justo.
El menú ha sido impuesto (nunca mejor definido) y a estas alturas cuando ya estábamos suficientemente acostumbrados a sufrir los autobuses por las calles y avenidas y a disfrutar de un solo parque, palomas incluidas, nos llega la hora de pagar la factura. Creo que los nuevos partidos que optarán a utilizar nuestra cocina (léase Ay-untamiento) no saben donde desean decantarse, menudo muerto les va a tocar en suerte, ni ayudándose con la ley de la Memoria Histérica podrán exhumarlo. Por eso los dueños de la cocina, es decir los vecinos censados, a la hora de votar el próximo 26M deben actuar para ser justos, conforme al dicho “El que la hace, la paga” y si la hizo el PP… todos a una con una sola opción de voto en la mano
Quien lo guisó… ¡que se lo coma!
José Antonio Corachán Marzal
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