Alfaz del Pi

¿JUSTICIA O CACHONDEO?

MEDITERRANÍAS

FUE Pedro Pacheco, señorito y alcalde de Jerez allá por 1985, quien dijo aquello tan hiperbólico de «la justicia es un cachondeo». Andaba Pacheco cabreado como para llevar ante los tribunales a su amigo Bertín Osborne, por las obras que el ínclito y no menor señoritingo, realizó en terreno solariego de su suegro, un Domecq, colmo de la solera. La Audiencia le dio la razón al melódico, y el rebotado munícipe andalucista soltó semejante improperio. Le cayeron más de cinco años en la trena, pero el Tribunal Supremo lo perdonaría después considerando que solo «había hecho crítica política».Como no quiero que «la flaca» insista en apuñalarme con el espadón de la ciega y balanza azarosa, miro en el diccionario de la RAE las tres primeras acepciones de Justicia: 1.f. Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. 2. f. Derecho, razón, equidad.3. f. Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene. Mientras que cachondeo: 1. m. Acción y efecto de cachondearse. 2. m. coloq. Falta de seriedad o rigor en un asunto que lo exige. 3. m. coloq. Esp. juerga ( jolgorio). Y al sumar estos dos significados antitéticos no me salen las cuentas semánticas.

¿Hay magistrados/as, fiscales, y secretarios/as de juzgado, «cachondos/as?» Que conteste el primer atrevido, pues a mí me da la risa floja. Conozco cantidad del gremio hoy tan entredicho, y puedo asegurarles que cuando se quitan el ropón resultan más inclementes y despreocupados (con perdón) opinando del resto, que cuando ajustician o sobreseen con palmito de circunspectos o caricatos adormilados; sea, fuera de sala, veredicto respecto a Messi o Ronaldo, Sánchez o Casado, monjas o casquivanas, España o la República Catalana, muslo o pechuga. Pero les cambia el rostro y el tono de voz en confidente intimidad si preguntas por la lógica parcialidad del ser humano incluido su oficio, varas de medir entre adversas asociaciones profesionales propias, y relaciones con políticos y/o periodistas. Detestan cualquier intromisión en su trabajo, más que si fuesen a sacarles una muela del juicio. Me refiero a la mayoría de la clase ejecutiva, obviamente no a los puñetas que van de estrellas queriendo cambiar de nómina y sacar la jeta en la caja tonta amén de las galeradas, sin importarles una higa la negra imagen del colectivo judicial.

Y por eso ahora andan tan nerviosos. Se ha abierto la veda de la caza mayor, empezando por el Jefe de Estado, monarca para más inri; cualquier tuercebotas que hable en romance, declara la independencia más acá de la conocida tienda de muebles IKEA, y más allá de las leyes constitucionales; indoctos tertulianos sientan cátedra vociferando estulticias contra este o aquel juez, cuya sentencia no le apaña; y las redes sociales se han convertido en casetas de feria donde, disparar al mono togado, sale gratis. Así les va a las empresas periodísticas intentando sostener sus quimeras de papel.

Todos los partidos políticos juran de sí mismos, y perjuran de los otros, respecto a que ya ha llegado el momento de separar de una vez por todas el poder político del judicial. Porque hecha la ley por el poder legislativo, puesta la trampa de quien lo aplique, no vayan a ser el cazador cazado. Antes las leyes las ‘boetizaban’ parlamentos y las aplicaban tribunales, ahora no sabemos quién es el que da, ni el que toma. ¿La Justicia un cachondeo? ¿o la han ‘encachondado’ los políticos? Si no separamos de una vez por todas ambos poderes, nosotros sí seremos el cachondeo del resto del mundo civilizado.