Benidorm

Benidorm.- FARO DE ALEJANDRIA.- CONFERENCIA SOBRE LOS TEMPLARIOS

En la pelea, se conoce al soldado; en la victoria, al caballero.

 

Marzo, martes y trece, día ideal para conocer un poco más la historia y vida de: “Los Templarios en la Reconquista y Las Vírgenes negras”. Tema presentado en “El Faro de Alejandría Benidorm”, por el escritor e historiador de la época medieval, nuestro amigo Miguel Gracia Santuy.

Como todos los martes, comenzamos con la presentación del ponente, que dijo pertenecer a la orden templaria de Santiago de Compostela. Viene acompañado de un amigo: Carlos Anlas, y con la indumentaria formada por un manto blanco con una cruz paté roja dibujada en él.

Los caballeros templarios tenían La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón. El sello muestra a dos miembros de la orden subidos en un solo caballo, símbolo de su inicial pobreza. El significado más desconocido, quizá sea el esotérico. El caballo, como símbolo de fuerza bruta, es decir, el cuerpo del ser humano. Y los caballeros que lo montan símbolo del conocimiento y el espíritu. Fue una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media. Se mantuvo activa durante algo menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns tras la Primera Cruzada. Aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio de Troyes.  La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro.

Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista, pero, se convirtieron en una de las órdenes más poderosas del mundo e incluso en la principal potencia económica de Europa alrededor de 1220. Sumaban unos 30.000 caballeros, sin contar los miembros no combatientes, que eran los que gestionaban la compleja estructura económica dentro del mundo cristiano. Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que constituían una forma primitiva del moderno banco. La orden, además, edificó una serie de fortificaciones por todo el mar Mediterráneo y Tierra Santa.

Sigue narrando Miguel, que el éxito de los Templarios a nivel moral, se encuentra muy vinculado a las gestas que realizaron durante el resto de Cruzadas, lo que les dio fama mundial. La pérdida de Tierra Santa fue el principio del fin de la orden, añadido a los recelos que causaban entre las altas esferas debido a su poder y secretismo.

Felipe IV de Francia, que estaba muy endeudado con la Orden, comenzó una campaña de desprestigio con el objetivo de adquirir las posesiones templarias, de modo que empezó a presionar al Papa Clemente   V.

En 1307, un gran número de templarios fueron arrestados, torturados y posteriormente quemados en la hoguera. Antes de ejecutarlos, se les obligó a confesar falsos crímenes y herejías, y de ese modo, manchar la imagen de toda la orden. En 1312 el Papa disolvió la Orden oficialmente.

La mayoría de las pertenencias de los Templarios fueron a parar a las coronas interesadas en su desaparición. La mayoría de expertos coinciden en que fue la codicia de algunos gobernantes de la época lo que propició la destrucción la orden, y no los supuestos actos de herejía.

El ponente fue narrando paso a paso, hasta concluir con las vírgenes negras, de las que hizo un buen resumen, dando comienzo el coloquio, y entre preguntas y respuestas, fuimos conociendo algo más sobre este mundo tan polémico e intrigante que, como otros grupos, pasan de un creyente a otro y con el paso de los años, suelen darse transmutaciones. Todo es reinterpretado (absolutamente todo), y la ideología, fuerza los hechos. Muchos, durante siglos, se han aprovechado de la ignorancia y de la falta de datos. En un mundo desencantado, el encanto, que se resume en leyendas y rumores, lucha por sobrevivir.  El pensamiento mágico levanta barricadas. Resiste. Y lo viene haciendo con éxito.

Los aplausos de agradecimiento, cerraron la tarde. Hasta siempre Miguel Gracia. «Por sus frutos conocemos el árbol».

María Isabel López Villanueva