Benidorm

Benidorm.- COMO IBAMOS DICIENDO

¿BIENESTAR O MALESTAR?

 

Decía un vecino: “El Alcalde de mi pueblo ¡que burro tiene que ser!, para mandar en nosotros que semos mas burros que él”. Y es que este continuo ir y venir a los juzgados de nuestro primer edil, nos tiene seriamente preocupados, no por el protagonismo que supone su continuo deambular, sino por el costo económico que nos supone a los contribuyentes, habida cuenta de que los presupuestos de nuestro municipio están, una vez mas, en el aire, ¿estarán esperando a cuantificar las costas judiciales?. ¿Es normal que todos los problemas municipales acaben visitando los juzgados? Cuando no es por “a”, es por “b” y si no por “z”, pero todos los temas de cierta relevancia terminan cociéndose en el mismo puchero y gravando el bolsillo de los vecinos.

No es normal, pero comienza a ser lo habitual. Unas veces como demandante, otras como demandado, otras como testigo… y como testigo, sin ir mas lejos hace unos días compareció declarando “…no afecta a ninguno de los concejales de mi grupo…”, dando la imagen con esta declaración de -valga el símil- una gallina defendiendo a sus polluelos. Hasta ahora soportábamos su figura de amo del Cortijo, pero nos sorprendió esta nueva faceta avícola de nuestro primer edil. La sorpresa se ha convertido en estupor cuando días después, tratando otro asunto judicializado, el del funcionario criminalista díscolo, lo transforma en “echar un pulso al juzgado” con su postura de: en mi Cortijo mando yo y cambio y recambio lo que me conviene cuando me interesa.

En un principio hacía falta un criminalista. Cuando este profesional intenta limpiar la corrupción cortijana, el amo dice: “No arregle ni limpie mi cortijo, a mí me gusta como está” y pone al profesional de patitas en la calle. Acaba el asunto en el Juzgado, y el amo se encuentra obligado a readmitir cautelarmente al funcionario, no corrupto si no desobediente… pero el amo, es el amo y arropado, abrigado, alentado, arrebujado por sus incondicionales cortijeros decide cual lugareño Puigdemont, liarse la manta a la cabeza, anular el puesto de trabajo del criminólogo travieso y trasladar la sentenciada corrupción a Bienestar Social. Ya no necesitamos al criminalista, muerto el perro… se acabó la rabia.

Con ello no consigue lo que pretende, puesto que el final de esta lamentable historia se verá el próximo Noviembre, sino que consigue por una parte incrementar el malestar social y por otra -volviendo al símil de la gallina- convertirse en la Gallina Papanatas al poner no uno, ni dos, sino tres huevos en el asunto. No es momento ni ocasión de poner huevos, simplemente hay que poner sentido común y sensatez. Y no es eso, no es eso lo que los vecinos esperan de su alcalde, los vecinos esperan encontrar en su alcalde una persona abierta a todos, transparente, justo, sin rencores, mesurado, sensato, sereno y prudente.

Ser alcalde -alcalde de todos los vecinos- no es una tarea fácil para nadie, porque además de necesitar conocer los complejos entresijos del ayuntamiento, necesita al menos las virtudes que antes citábamos y algunas mas. El echo de que los funcionarios corruptos sigan en sus puestos de trabajo cual inocentes pajaritos (sentenciados) y que simultáneamente el funcionario decente sea apartado de su función, es toda una alegoría de la figura que dirige el Cortijo.

Llegados a este punto uno piensa ¿se nace Alcalde o se hace Alcalde? Y la contestación es sencilla: Nadie nace Alcalde. Muy pocos llegan a serlo por méritos propios, al resto lo hacen políticos anodinos y mediocres engañando a los vecinos. Por ello el Bienestar Social lo es si el Alcalde conoce y practica su función y en cambio el Malestar Social lo crean quienes viven a costa de la política. Abraham Lincoln decía: “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.

José Antonio Corachán Marzal

https://youtu.be/cHrcs2KzSZ4