Benidorm

Benidorm.- ARTICULO DE LEOPOLDO BERNABÉU

Sin motivos para la euforia

Leopoldo Bernabeu

El pasado día 13 se cumplieron dos años de mandato del alcalde Toni Pérez. La efeméride ha pasado sin pena ni gloria, como casi todo lo que se circunscribe al mundo de la política, tanto en esta ciudad como en el resto del país. Son tantos escándalos de corrupción y tal el nivel de espectáculo que se ha alcanzado, que ya nada altera al sufrido espectador. Mucho menos que hayamos cumplido la mitad del mandato y nadie haya pedido balance de resultados.

Mantengo que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Y por manido que resulte, es el mejor resumen de lo sucedido en estos dos años. Veníamos en Benidorm de una gestión tan pésima, que por poquito que se haga, la diferencia es el espejo de un abismo. Pero eso no debería conformar al astuto de Toni Pérez. Nada de relieve ha hecho en esta ciudad en estos 730 días. Nada por lo que, de momento, se le vaya a recordar. Mucha foto, mucho viaje, mucha inauguración y mucho parche. Mucho remiendo y a ser posible con gran escenografía, para que parezca lo que no es.

Nos hemos metido ya en el último año de gestión, no en vano todos sabemos que el último de verdad, todo político que se precie, se dedica en cuerpo y alma a vender su gestión y preparar su campaña. Ninguno de los grandes problemas de la ciudad, aquellos que el equipo en el Gobierno, entonces en la oposición prometía resolver, se ha siquiera empezado. Ni una piedra se ha movido en el envejecido esqueleto del Centro Cultural de Benidorm ni en las vergonzosas aulas prefabricadas en las que siguen estudiando los alumnos del Instituto Pere Maria Orts i Bosch. Nada nuevo se sabe del manoseado segundo hospital de la comarca, ni de la mejora en las conexiones que nos iban a unir con la estación del AVE en Alicante y con el Aeropuerto de El Altet, que si existe es gracias a nuestra ciudad y nuestros millones de turistas. El Centro de Salud del Rincón de Loix y la remodelación integral de la Avenida del mediterráneo, siguen siendo meras ilusiones ópticas. De la finalización del paseo marítimo de Tamarindos nada se sabe, aunque es imposible que se empiece cuando ni siquiera hemos recepcionado el del paseo de levante. Y así un larguísimo etcétera.

El caos impera en el departamento de Urbanismo, donde una voluntariosa Lourdes Caselles se muestra incapaz de dominar las luchas internas entre sus técnicos, reflejadas en la paralización de planes parciales tan importantes como el Murtal o el Moralet, magníficos boomerang que sirvieron para machacar al entonces equipo de Agustín Navarro y Gema Amor y de los que hoy nada se sabe, con el agravante de la paralizada actividad de una oposición que sólo se ha preocupado en buscar una Moción de Censura que nunca llegará, porque ya se llevó a cabo hace año, en vez de estar ojo avizor a la fiscalización de una actividad política ausente, sólo viva gracias al estupendo trabajo del flash y el teclado.

Toni Pérez ha sido el más listo de la clase, con diferencia. Disfrutó durante un largo año de los ataques que yo recibía de todas partes, para terminar siendo él quien pescara en río revuelto. Jugó muy bien sus bazas y ganó. Me quitó a mí de en medio, fagotizó a los dos insensatos que me acompañaban en la lista política dándoles un carguito y se ha reído de la incapacidad de todos los demás miembros de la Corporación a la hora de ponerse de acuerdo.

Pero eso no debe volverle conformista ni relajarle. Él lo sabe mejor que nadie. Le quedan dos años y está cerca de enfrentar una nueva y poderosa prueba de fuego. Porque mientras a nivel político municipal el órdago a la grande le ha salido de cine, ha descuidado y mucho el gallinero interno del PP. Quizás el día 4 se llevé su primer disgusto, aunque tengo mis dudas, hasta eso tendrá amarrado, en ello va su futuro como candidato a la alcaldía en 2019.

Menos mal que siempre nos quedará Juan Balastegui y su inteligencia. Lo conozco hace 25 años y siempre ha actuado igual, con mucha sensatez. Es a lo que la ciudad de Benidorm se tiene que agarrar ahora mismo para no seguir cayendo en la desidia y el conformismo.