TRUMP: » EL «BREXIT» SERA UNA MARAIVILLA»

Al justificar sus elogios al Brexit, Trump recordó las dificultades que tuvo una vez en el pasado al tratar con la burocracia de la UE, organización a la que se refirió como “el consorcio”. Estados Unidos, dijo Trump, respeta «el derecho a la autodeterminación» de Reino Unido.
Era la primera rueda de prensa tras una semana de actividad frenética, y en muchos momentos caótica, en la Casa Blanca. May era la primera líder extranjera que visitaba al nuevo presidente estadounidense. Ambos glosaron la mitificada “relación especial”. Hoy es una relación incómoda. Lo es pese a la fascinación de Trump con el Brexit, y pese a que Reino Unido puede encontrar en los EE UU de Trump una muleta útil —bajo la forma de un tratado comercial bilateral, por ejemplo— cuando salga de la UE.
May discrepa de Trump sobre el futuro de la Alianza Atlántica, institución que el presidente de EE UU ha llamado obsoleta. “Estamos unidos en el reconocimiento de la OTAN como baluarte de nuestra defensa colectiva” , dijo la primera ministra. “Presidente, creo que usted ha dicho que está 100% con la OTAN”. El presidente no mencionó la OTAN.
Otro motivo de discrepancia son las sanciones internacionales a Rusia por la injerencia en Ucrania. Trump, que desea una aproximación a Moscú tras las tensiones con la Administración Obama, dijo que es pronto para decidir si hay que levantarlas. El sábado tiene previsto hablar por teléfono con Vladímir Putin. May defendió el mantenimiento de las sanciones. Sobre el uso de la tortura, que May condena y Trump defiende, el presidente dijo: “Creo que funciona, lo he dicho durante un periodo largo, pero delegaré en mis líderes”. Se refería a su secretario de Defensa, el general James Mattis, contrario a la tortura.
La idea de una internacional trumpiana, alimentada por algunos círculos cercanos al presidente, no es sencilla de ejecutar. El caso británico lo ilustra. Confluyen en algunos intereses, y en la reclamación soberanista, pero se alejan en otros. Las posiciones de May —respecto a la OTAN, Rusia o la tortura, por ejemplo— la acercan más a miembros del Gobierno Trump como el general Mattis que al presidente.
En la comparecencia, de 17 minutos, no hubo ninguna salida de tono en boca de un sosegado Trump, en contra de lo ocurrido en la explosiva rueda de prensa que organizó en Nueva York unos días antes de jurar el cargo. Las pocas preguntas no incomodaron a un presidente muy susceptible ante el escrutinio de los medios de comunicación. Extrañamente se mantuvo en el guion.
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