EL FANTASMA DEL CONSEJO VECINAL
Maesba
Estoy cada día mas convencido. No es que el Consejo Vecinal sea un fantasma. Ni mucho menos, lo que ocurre es que en el Consejo hay un fantasma, por lo menos.
Porque ¿qué es un fantasma? Un fantasma es una obsesión, un ser irreal, pero a la vez puede ser alguien que presume de lo que no es cierto. Y ¿qué es lo que no es cierto? Veamos, ahora que se nos hincha la boca al dos por tres hablando de la democracia, de lo demócratas que somos, de lo buena que es la democracia, de que ella corre por nuestras venas como fluido revivificador, analicemos con números, con cifras a dónde alcanza esa extraordinaria democracia.
El consejo vecinal está compuesto por una parte por varias asociaciones vecinales y por otra parte por los portavoces de los partidos políticos con representación municipal. Sentada esta base intentemos calcular a cuántos vecinos representa el colectivo de asociaciones, ¿1.000, en la mejor de las situaciones 1.118?. Pongamos ahora sobre la misma balanza al resto de los componentes del Consejo que como hemos dicho son portavoces de sus partidos políticos, ¿a cuántos vecinos representan? ¿cuántos han dicho? Según las estadísticas treinta y siete mil.
Haciendo un favor vamos a dejarlos en treinta mil. Y resulta que los 1.118 que soportan las asociaciones, tienen voz y voto en el Consejo Vecinal, en cambio los 25.374 votantes que soportan a los portavoces de los partidos políticos tienen voz ¡faltaría más, 25.374 voces! Pero en cambio no tienen voto.
Visto, revisto y recontravisto lo anterior está claro que el Consejo en estos momentos tiene menos consistencia, menos poder de decisión, en una palabra menos de demócrata que el gobierno de Corea del Norte. Y no es de extrañar, en los últimos tiempos se ha convertido en un refugio de políticos frustrados, en una cueva de Alí (Babá llegará en cualquier momento si los intereses que privan son los privados en lugar de los públicos). Puede que en alguna ocasión, una consejera o consejero discurran por un cauce democrático y no personal, pero entonces o se les calla o ellos mismos abandonan el “seminario” al darse cuenta de la compañía que les rodea.
Lo dicho, hay por lo menos un fantasma dando la cara. Ni él podía llegar a mas, ni Benidorm se merece tan poco. En su momento, cuando fue elegido ya de claramos nuestras dudas sobre su idoneidad, no solo por su escasa altura, sino porque por su profesión no es precisamente la persona mas indicada para un puesto en una ciudad de mas de 74.000 habitantes.
Llamaremos a los cazafantasmas aunque para ello tengamos que pagar nuevas tasas.
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