Tenía razón la líder de Compromís Mónica Oltra cuando advertía a los suyos de los problemas que una conselleria como la de Educación podría generar al nuevo Consell. Desde el inicio de la legislatura, tanto el Partido Popular como Ciudadanos han centrado sus críticas en la gestión del nuevo titular de la Conselleria aprovechando tanto los deslices del joven conseller como su perfil inequívocamente nacionalista. Fácil se lo han puesto a la oposición, al elaborar un organigrama de la Conselleria que se nutre básicamente de una entidad como Escola Valenciana cuyos postulados representan solo a una parte de la comunidad educativa. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, no quiso inmiscuirse y ahora ve como el departamento que dirige Vicent Marzà se ha convertido en su principal talón de Aquiles. PP y Ciudadanos, convencidos de que el éxito electoral de Compromís se debe a que el votante no conoce los postulados reales que defiende la coalición, aprovecharán cualquier movimiento de Marzà para atacar al Ejecutivo y cuestionar a Puig. Aunque tal vez sea pronto para exigir la destitución de un conseller (no han pasado ni dos meses) no es menos cierto que la Conselleria de Educación debería apostar más por buscar consensos que por generar nuevos conflictos.

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