Benidorm

LIBRO RECOMENDADO FIN DE SEMANA: La fiesta de la insignificancia de Milan Kundera

 

Después del gran éxito obtenido dentro de esta sección, hemos decidido pasar al LIBRO RECOMENDADO PARA EL FIN DE SEMANA, abriendo esta nueva sección, que esperemos que venga a mejorar la anterior, con la recomendación de esta amena lectura, libro recientemente publicado por Tusquets Editores y dentro de su Colección Andanzas, y que ya está disponible en librerías desde principios de septiembre.
Milan Kundera vuelve a la carga después de 14 años sin publicar ficción, para dar a conocer “La fiesta de la insignificancia”, una novela que vuelve a recorrer sus temas fundamentales.

Sinopsis

Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y, a la vez, evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia.

 

DUBUJO LIBRO

Quien conozca las obras anteriores de Kundera, sabe que en él no son en absoluto inesperadas las ganas de incorporar en una novela algo “no serio”. En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se divierten. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: “Me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo advierto: ve con cuidado, tus enemigos acechan”. Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra: menudo resumen, menudo epílogo, menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor.

Milan Kundera vuelve a la carga con La fiesta de la insignificancia
47 años después de su primera publicación de La broma, Kundera vuelve a poner en escena aquella primera preocupación desde un enfoque diferente. En La fiesta de la insignificancia, su nueva novela, cuatro amigos viven pequeñas escenas en diferentes lugares de París -ese París en el que lleva exiliado desde 1975. Alguien quiere ver una exposición de Chagall pero se resiste a hacer la cola para entrar al museo. A un hombre acaban de confirmarle que no tiene cáncer y hay un encuentro casual y una mentira inexplicable, dónde alguien lee las memorias de Nikita Jruschov. Un presidente del Soviet supremo sufre problemas de próstata, un niño ve a su madre por última vez y conserva de ese encuentro una extraña obsesión por los ombligos, una mujer trata de suicidarse y debe luchar para que no se lo impidan, en el que una foto habla con quien la mira; un actor desocupado inventa un idioma ficticio mientras trabaja en un servicio de catering. Una lluvia de ángeles del cielo después de que Stalin da un puetazo sobre la mesa de la sala de reuniones del Kremlin. El mundo es un lugar en el que las bromas se han vuelto peligrosas.
Mínimas fotografías que apenas esbozan una historia mientras vuelven una y otra vez sobre la fiesta -la triste alegría, el buen humor, la levedad, que puede traer asumir la poca importancia que tiene todo lo que pasa. El reconocimiento de la insignificancia como modo de resistencia. Lo dice uno de los personajes: “Ya no era posible subvertir el mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia adelante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio”.
El absurdo, la sonrisa, lo cómico; todo eso surgiendo de un sinsentido básico de una insignificancia que alivia y libera, nada importa, o sí, no está claro. El peso de los sentidos que tienen las cosas se trastoca en una especie de juego. Otra vez Kundera nos advierte sobre momentos históricos en los que todos parecen haber olvidado qué es una broma. Épocas en las que el discurso único se vuelve monolítico y expulsa al humor, el mayor cuestionador de lo que hemos naturalizado.
Siempre hay algo extraño en los textos del autor checo. Se atraviesa un párrafo sencillo y se descubre algo vital. Se lo descubre pero no se lo identifica, como si fuera un sueño. Uno sabe que es importante pero no puede decir qué es. Quizás porque se ha comprendido algo que no puede ser explicado. Algo que sólo puede ser mostrado, puesto ante los ojos. Lo que la filosofía llama “deinición ostensiva”: señalar aquello que se quiere definir. ¿Cómo explicarle a alguien qué es el color violeta? No se explica, se muestra.

Uno de los personajes dirá que a veces una verdad “es hasta tal punto trivial, y a tal punto esencial, que ya ni se a ve ni se la oye”. Esa sensación puede tener el lector al cerrar el libro, que la verdad que se le ha dicho es imperceptible, y sin embargo está ahí.
Esta novela puede ofrecer placer y también desconcierto. Sin embargo, no se trata de un desconcierto estéril. Es más bien la sensación de que es imposible aprender un sentido unívoco.
¿Cómo definir La fiesta de la insignificancia? ¿Se trata de un acertijo sin solución? ¿Es una definición ostensiva? ¿O es quizás la gran broma final que hace el maestro a sus 85 años antes de retirarse del escenario?
¿Qué puede aún decirse? Nada ¡Lean!

El autor

 

ESCRITOR LIBRO

Milan Kundera nace en Brno (República Checa) en 1929. En 1967 publicó su primera novela, el libro se llamaba “La broma”, y contaba un infierno kafiano: alguien hacía una broma que llegaba a oidos del aparato estatal y era leída como una amenaza para ser combatida. La novela tuvo un éxito inmediato y fue premiada por la Unión de Escritores Checoslovacos. Poco tiempo después, cuando a Unión Soviética invadió el país, el texto se volvió peligroso y Kundera fue expulsado de la universidad, siendo retirados sus libros de las bibliotecas y su nombre fue borrado de la historia de la literatura checa; once años más tarde lo privaron incluso de su nacionalidad.
El interés por el carácter subversivo del humor está presente en toda la obra del autor. En “El libro de la risa y el olvido”, se define la risa como un gesto que delata el sinsentido y expone que los órdenes del mundo no son tan naturales como creemos. En “El arte de la novela”, la ironía es presentada como una herramienta que revela la ambigüedad y nos quita toda posibilidad de certeza. El autor rescata la palabra “agelasta”, que alguna vez utilizara Rabelais. Los agelastas son los que no ríen, los que no tienen sentido del humor, los que están convencidos de que todos los seres humanos deben pensar lo mismo y de que ellos son exactamente lo que creen ser.
En su lengua materna escribió en estricto orden cronológico, el volumen de cuentos: “La broma”, “La vida está en otra parte”, “La despedida”, “El libro de la risa y el olvido”, “La insoportable levedad del ser y la inmortalidad”. Ya en francés, las novelas: “La lentitud”, “La identidad” y “La ignorancia”; la obra de teatro en tres actos “Jacques y su amo. Homenaje a Denis Diderot”; y cuatro ensayos: “El arte de la novela”, “Los testamentos traicionados”, “El telón” y “Un encuentro”.

Categorías:Benidorm