En mi reciente viaje a Turquía no me chocaba ver a muchas mujeres, por la calle, tocadas con un hiyab o chador; los rostros femeninos eran perfectamente visibles. Los niqab y los burka eran menos frecuentes y resultaban un tanto siniestros, más si eran negros. Respeto que una religión pueda exigir una vestimenta a determinadas personas, siempre y cuando sea en los lugares de culto o en casas particulares, pero en los lugares de pública concurrencia, no deben existir impedimentos para la identificación de una persona, por razones obvias.
Problema parecido se encontró Carlos III al prohibir el uso de la capa larga y el chambergo (un gran sombrero de ala ancha), que permitían ocultar armas y rostros. A Esquilache le costó un motín en 1766, pero España se acercó a Europa con una vestimenta más acorde (capa corta y tricornio).
Acertada me parece la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmando la Ley de Francia de 2011 que prohibe el burka o velo integral en los lugares públicos. Ninguna objeción. Es nuestra cultura, nuestra forma de vida y los que vivan en Europa han de acatarlo y respetarlo sin más.
Los tiempos de los embozados quedaron atrás hace más de 200 años. Son otros tiempos.

DESDE MI OTERO
desdemiotero.blogspot.com

Francisco Javier Reverte Lledó.