Ridícula se podría denominar la actuación del Ayuntamiento de Benidorm esta semana, con la visita del Alcalde de Miami, que lo han traido para dar una conferencia comparativa entre Benidorm y la ciudad americana de Miami, en el estado de Florida. Querer comparar estas dos grandes urbes del turismo es llegar más lejos de lo que se puede llegar. No son comparables, son parecidas, similares, pero con dos hábitats distintos, dos idiosincracias distintas, y dos tipos de turismo distinto.
Luego no tiene otra cosa que hacer, que nuestro queridísimo alcalde, Agustín Navarro (conocido como «sisí emperatriz», porque a todo el mundo le dice sí), que querer imponer una tasa turística a aquéllos visitantes que nos visitan a lo largo del año. Es todavía querer llegar más lejos y más lejos no se puede. Luego están los empresarios de la hostelería, esos intelectuales del turismo como llamo yo, encabezados por su presidente -el de HOSBEC, Toni Mayor, que siempre también dice a todo sí, por lo menos delante de las autoridades, pero cuando piensa, se da cuenta que hay cosas que no se pueden permitir. Y lo de querer imponer una tasa turística, es echarse piedras contra tu mismo tejado.
Benidorm vive del turismo, principalmente de un turismo vacacional familiar, dividido por estaciones, aunque la mayoritaria sea la que va desde Semana Santa hasta finales de Septiembre, y aunque recoge distintos sectores sociales y vacacionales, empezando por el IMSERSO en Invierno, con el turismo guiri, que es el que da de comer a muchas empresas y trabajadores de nuestra ciudad, a la hora de compararla con Miami se queda muy lejos. Miami es otra ciudad, otro ambiente, otra economía. Es el Mónaco del Turismo y allí no llega cualquiera. Hay empresarios de Benidorm y empresarios españoles triunfando en Miami, como es Caballé -propietario de la cadena hotelera Servigroup, que junto a otros empresarios de la ciudad, abrió hace unos años un bar-restaurante de tapas, llamado Tapas Xperience, cuyo propietario, también era de Benidorm -o un gallego afincado en Benidorm, que fué el que les catapultó como restaurante, y cuando se ha consolidado lo echaron como una rata. Esos son los empresarios que tenemos en la ciudad, los que no aprecian a los buenos trabajadores. No sé como les irá, ni les interesa. Pero ese empresario, que tan bien le va, es el mismo que está abriendo hoteles fuera de las fronteras, mofándose de llevar Benidorm por bandera, pero lo que no invierte aquí se va fuera. En parte está bien, porque cada uno hace su guerra a su manera.
Benidorm no es Miami, ya quisiera parecerse en un tanto por ciento mínimo. Nos tenemos que conformar con lo que tenemos. Queremos hacer una ciudad de lujo con sueldos de pobres o de miserables. Sólamente falta que ofrezcan la voluntad; llegará el día, que habrá que pagar por trabajar.
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