Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el magnífico periodista Jorge Fauró nos da- en el diario al que ha vuelto, nada menos que como subdirector- una lección magistral, con prosa envidiable, sobre dónde y cómo se celebran festivales de “música joven” en España. Pero, hombre, qué tendrá que ver esto con lo que llevamos meses discutiendo. También servidor podría comenzar este sencillo escrito con una exposición elemental sobre la procedencia de toda la música ligera y la importancia del jazz en su evolución. Pero tampoco vendría a cuento. Porque este no es el debate.
Que asociaciones vecinales, aficionados a la música o hombres de negocios, como yo mismo (detesto el “yoismo”, pero alguien tenía que dar la cara) se hayan preocupado por un tema como este, demuestra que la sociedad civil de la ciudad está muy viva y desea lo mejor –lo lógico, en mi opinión, añado- para nuestro amado Benidorm. Aquí no se trata de saber o no de festivales de música indie, pop, rock o electrónica; sino de conocer cómo se deben negociar esos contratos y actuar en consecuencia: tal y como, por ejemplo, lo ha dejado escrito José Antonio Rodríguez, especialista –jubilado- en organización y promoción de grandes eventos, o lo ha insinuado el Consejo Vecinal.
Está muy claro que la marca –sin fijarnos en lo que hacen los demás y sin entrar en que “LOW” (bajo) no es adecuada- la debería ostentar el Ayuntamiento para no tener que depender del mismo promotor toda la vida; los contratos tendrían que revisarse anualmente y renovarse de común acuerdo; y, naturalmente, en un buen negocio consolidado, donde hay beneficios, es normal que el propietario del recinto de actuaciones se lleve su parte (mediante un canon fijo o un fijo + variable). Ni más, ni menos. Si no, ¿qué razones existen para que no sea así, y para que encima se abone –en metálico o en especie- dinero público? Este y no otro es el fondo de la cuestión.
El éxito de un festival de estas características depende fundamentalmente del cartel (que puede contratarlo no sólo los señores de producciones Baltimore S.L., sino cualquier otro buen profesional); del lugar de las actuaciones y de la publicidad que se haga del mismo. Todo lo demás son milongas y ganas de confundir y desorientar –seguramente sin mala fe- a la ciudadanía. Es una pena que no haya mencionado al “Viña Rock”, de Villarrobledo. Más que nada para que nos enterásemos de que algunos festivales, además de buenos, son rentables. Y no sólo para el municipio en general. También para las arcas municipales.
Cecilio González
Empresario
Categorías:Benidorm













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