1. ¿Cómo se puede conocer fehacientemente que “Low Festival” cuesta 2.500.000 €; es decir, que tiene de gastos esa cantidad? ¿Quién lo controla desde el Ayuntamiento?

2. ¿Cómo y quiénes pueden garantizar los carteles de años venideros (hasta el 2020)? ¿Qué grupos y solistas actuarán en esas fechas? Seguramente algunos de ellos, por su juventud o por otras razones no han comenzado todavía su actividad artística, y dentro de unos años podrán ser famosos e incluso cabezas de cartel. ¿Cuál será su caché de aquí al 2020?

3. La ciudad que cede los terrenos donde se realizan los conciertos debe ser la propietaria de la “marca”; en caso contrario estaremos obligados a contratar “de por vida” con la misma promotora.

4. Los contratos deberían ser anuales –como en el caso del Festival Internacional de Benicassim (FIB)- y llevarse a término, con la misma promotora o con otra, dependiendo de las circunstancias que se den en cada momento.

5. ¿Por qué debemos imitar a los ayuntamientos que lo hacen mal? Benidorm ha sido pionera en muchos de los aspectos que conforman el fenómeno turístico. Ahora podría abrir y liderar un debate nacional para analizar el por qué de las subvenciones a eventos que de por sí ganan dinero. Y en todo caso abonarlas cuando se compruebe que el promotor ha tenido pérdidas; y no antes. Además, ¿qué razón existe para que, si el negocio va bien, Benidorm no cobre una parte de las ganancias?

6. ¿Ha estado o está capacitada legalmente para vender entradas Baltimore, S.L., sin haber suscrito todavía contrato alguno con el propietario del terreno donde se va a llevar a cabo el evento, es decir, el Ayuntamiento de Benidorm? Al parecer, dicha promotora -a pesar de habérsele confeccionado un “Pliego de Condiciones a medida”- no cumple con las mismas.

Cecilio González.