La caida del muro de Berlín y la descomposición de la antigua Unión Soviética, todavía trae cola. En estos momentos se libra un fuerte pulso entre el gobierno legítimo de Yanucovich y las fuerzas opisitoras. Los primeros quieren seguir estando bajo el paraguas de su antiguo amo, Rusia; los segundos, quieren aproximarse a la UE y la OTAN, quieren » occidentalizarse » , como han hecho los paises bálticos y otros.
Unos están apoyados por el gobierno de Putin, los otros por la Unión Europea. Ucrania no es Letonia, Lituania y Estonia, es un país muchísimo más grande y con muchas posibilidades, Rusia aporta un gas a precio de amigo y Europa presiona con medidas de aislamiento si no hay acercamiento.
Al final, de la pugna por el control del poder entre los grandes, es el pueblo el que se agita, el que se violenta, el que a pesar de la nieve y las bajas temperaturas, sale a la calle, quema autobuses, neumáticos, tira piedras, golpea con palos y lanza cócteles molotov. La otra parte del pueblo intenta disuadir a los revoltosos con balas de goma, gases lacrimógenos y porras bien preparadas.
Son varios los muertos, tras las refriegas, y cientos de heridos. Cada día la espiral de voliencia va aumentando y no sería de extrañar que Rusia decidiera mandar sus tanques y soldados para tomar el control de su preciada joya, lo que motivaría una importante crisis entre Rusia y la UE, tal vez una nueva guerra fría.
Se han sentado a hablar gobierno y oposición, pero parece que no encuentran puntos de encuentro. Lo malo es que quien paga los platos rotos es el pueblo. Es el que sufrirá, como siempre, la ineptitud de sus dirigentes, y de fuera les querrán imponer la solución.

Francisco Javier Reverte Lledó