Benidorm

Los muertos de la isla

ISLA DE LOS PERIODISTAS DE BENIDORM
«Sin duda, el proyecto de regeneración impulsado por Fabra tiene en Benidorm una decisiva piedra de toque»
Los muertos de la isla

 

La figura de Agustín Navarro, imposible si no es en un municipio de las características de Benidorm, se ha visto espoleada por la ineptitud del PP local, que integran probablemente los más incapaces de los casi 150.000 militantes de este partido en la Comunidad Valenciana. Para comprender esa ciudad hay que desposeerla de su sky line, también de su título de templo del cachondeo, para identificar bajo el mero y tópico envoltorio un esquema que la asimila con cualquier pequeña localidad de la Sicilia o la Calabria de principios del pasado siglo.

Un político benidormero de trayectoria frustrada me definió una vez Benidorm como un lugar en el que podía cometerse un asesinato frente a su Iglesia Parroquial de San Jaime y Santa Ana a plena luz de una radiante mañana de domingo sin que nadie hubiera visto nada. Claro, que para que la impunidad se impusiera, el criminal debía ser fill del poble y la víctima, foraster. Faltaría más. Luego, se enterraba el cadáver en la isla y allí no había pasado nada.

El nepotismo –y tantas otras actitudes impresentables– que definen la trayectoria del alcalde Benidorm, denunciadas por ABC desde hace dos años, forman parte de un código de conducta disociado de las siglas y aun de las ideologías. El Ayuntamiento de ese municipio viene siendo la casa común de una casta local que mantiene las apariencias mediante el ejercicio de una pugna incruenta que permite a unos y a otros ir tirando y, de paso, perpetuando lo que, en rigor, no constituye sino una práctica de estafa democrática como cualquier otra.

El PP, por la incompetencia de sus cuadros municipales, tiene una grave responsabilidad en la situación de indigencia representativa que padece la que los nostálgicos llaman la Covadonga de los populares valencianos.

Sin duda, el proyecto de regeneración impulsado por Fabra tiene en Benidorm una decisiva piedra de toque. Claro, que para empezar, convendría no forzar la marcha de los que, aburridos, han tratado de revertir desde dentro ese atávico estado de cosas.

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