Benidorm

El ciudad de Benidorm cesa a uno de sus mejores entrenadores

2
ONCE PRETEMPORADAS Y 120 MINUTOS.

¡Cómo pasa el tiempo! Hace 11 temporadas que debute como entrenador de futbol en un equipo alevín. A aquellos mismos críos que sus padres traían a los partidos de la mano, les he vuelto a entrenar con el paso de los años. Solo que esta vez, eran ellos los que venían a los entrenamientos conduciendo sus propios coches.
11 temporadas ininterrumpidas como entrenador pasando por prácticamente todas las categorías del futbol base. Y además sin dejar de actualizarme y de formarme, de manera que desde hace ya tres temporadas poseo el título de Entrenador Nacional de Futbol. Todo un orgullo, como el hecho de que en estas tres últimas temporadas haber dirigido equipos en La Primera Regional Juvenil.

11 temporadas con sus correspondientes 11 pretemporadas. Esta debía ser la 12. Como siempre, de entre las interesantes opciones que se me ofrecían elegí la más ilusionante. Un equipo nuevo, con cargo nuevo en una categoría nueva. Y me entregue realmente motivado a un proyecto, que si bien yo no estaría al frente, me atraía de forma especial.

Pero la única novedad que me he encontrado es que en la primera semana de entrenamientos, en la única sesión de donde yo tuve cierto protagonismo, se me invita a “no participar más en el proyecto”. Sin opción ninguna de corregir errores. Sin apenas concederme el tiempo suficiente de conocer el equipo, sus nombres, sus posiciones, su forma de juego. Sin conocer debidamente la dinámica del entrenamiento del técnico responsable. Sin darme un mínimo plazo de adaptación que a cualquier persona que se adhiere a un proyecto nuevo debe contar. En dos horas de un más que complejo y voluminoso entrenamiento táctico, de la cual reconozco que la última media es realmente muy mejorable, se me juzga y se me condena “NO APTO”.

Y si de por si el cese ya conlleva cierto aire de humillación, el hecho que el comunicado se me hiciera a dos horas antes de jugar un partido y por teléfono, creo que roza lo indigno. Pienso que tras mis 11 años, 7 de ellos en este mismo Club, al cual creo haber servido con máxima dedicación y fidelidad, merecen más que dos horas de entrenamiento y una fría llamada de teléfono. Me consta que en determinados responsables del Club existe cierta desazón. No solo se muestran perplejos y contrariados, sino que reconocen que en estos momentos no saben cómo afrontar esta situación.

Verán ustedes. Llámenme antiguo si quieren. Pero yo soy de los que piensan que las cosas importantes, y creo que esta lo es, deben decirse a la cara. Mirando a los ojos. El no hacerlo, podría esconder o cierta falta de valor, o quizás no tener buena conciencia. Por otro lado, tener una conversación cara a cara tranquila, engrandece a quien la proporciona y honra a la otra persona. Lo contrario parece dar a entender, que esta no es digna de tu presencia y de tus palabras. En fin. Que no te inspira ningún respeto. Además, surgió con posterioridad una oportunidad a menos de medio metro de afrontarla. Pero solo obtuve un frio saludo.

Por ello no solo me enfrento al momento más triste de mi carrera deportiva. Lo cierto es que mi sensación en estos momentos a nivel personal es de haber sido humillado. Afortunadamente he recibido con mucho alivio multitud de mensajes de apoyo de mis compañeros entrenadores y gente del futbol, que entienden como yo, que en todo casos las medidas a tomar deben estar en proporción a la falta cometida. Y si bien yo he reconocido mi error, ni las circunstancias ni las consecuencias merecen “una invitación a no participar en el equipo”. Y en lo que existe total unanimidad es en la denigrante forma de darme el empujón.

A esta alturas de la pretemporada todos los buenos proyectos ya están definidos, por lo que a efectos prácticos, la consecuencia inmediata es que me encuentro sin equipo para esta temporada. De sacar algo positivo de todo esto, me agarro a lo que nos dijo a todos sus alumnos el grandísimo “Míster” Luis García Plaza en la escuela de entrenadores. “Uno no es un verdadero entrenador, hasta que alguna vez es cesado”.

Pero una vez que he recompuesto mi orgullo maltrecho, he metido en mi mochila el cronometro, el silbato, la carpeta y mis viejas botas ennegrecidas por el caucho del campo, y lo he guardado todo en un armario de mi casa, no muy escondido, me encuentro con un tiempo que decidí voluntariamente entregárselo al futbol hace mucho tiempo. Después de 11 años volveré a llegar a casa por las noches a horas más normales. Disponer de los fines de semana a mi antojo. Disfrutar de puentes, fiestas, vacaciones…..todo un lujo que parecía olvidado para mí y mi familia. Es posible que en poco tiempo eche de menos la vorágine de los entrenamientos y la tensión de la competición. Pero de momento me dispongo a redescubrir que existe vida después del futbol. Y creo que lo voy a aprovechar muy bien.